A contracorriente en Ucrania


En las operaciones militares, también, obviamente, en el nivel estratégico, como es el caso actual en todo lo relacionado con Ucrania, son la gente del servicio de información los responsables de aportar la inteligencia sobre el adversario, el oponente, el enemigo. Sin esa información previa es difícil, aventurado, por no decir alocado, lanzarse a cualquier tipo de operación.

El personal que trabaja en ese dominio, con independencia del nivel en que se desenvuelva, desarrollan sin excepción una clara tendencia pesimista. Siempre ven la situación con tintes negativos. Siempre el enemigo suele ser peligroso y con posibilidad de ponernos en dificultades; y esto es natural. Se curan en salud pues induciendo, con sus previsiones, a prepararse para lo peor, es posible que incentiven la alerta y preparación de lo propio. Al fin y al cabo, si se equivocan siempre podremos alegrarnos de que las cosas fueron mejor de lo esperado.

Las democracias modernas suelen ser previsibles en sus decisiones, incluso las más decisivas, como son las que atañen a la guerra. En ellas, que además de representativas son también consultivas, pues en el proceso decisorio participan indirectamente multitud de actores con voz en sus sociedades, se puede predecir algunas grandes decisiones por el simple método de calcular el coste, en términos sociales, económicos y electorales, de las mismas.

En Rusia las cosas no son así. Putin es un perfecto modelo de cesarismo democrático; es decir, un sistema con aparentes instituciones democráticas que simplemente operan a la orden de lo que marca el autócrata que dirige y controla los destinos de la nación. Eso hace que el trabajo de los analistas se complique y les haga muy complicado deducir, adivinar, qué pasa por la cabeza del inquilino del Kremlin. Ye lo que hay.

Aún con eso, me atreveré a pensar que, en el caso ucraniano, son tantos los factores diplomáticos y económicos que desaconsejan una operación ofensiva en ese país que me parece altamente improbable que el señor Putin ordene a su ministro de defensa atacar. El tener como socio y valedor a China no debería darle confianza excesiva, y no creo que lo haga en este caso. Se juega mucho.

Por otra parte, las alertas de conflicto inminente nos vienen desde Washington; el mismo poder que inventó un ataque del Vietcong para justificar su intervención masiva en Vietnam, y el que también nos aseguró que Saddam Hussein tenía el país lleno de armas químicas de destrucción masiva. Es decir, que hay que coger con pinzas sus alertas.

Putin quiere meter miedo a Occidente, o si prefieren a la OTAN, para que no avance más hacia el este, y de paso que se olviden de Crimea, la de Catalina la Grande, que es rusa. Pero no atacará Ucrania.

Raúl Suevos

A 12 de febrero de 2022

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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