El Vittoriale de los italianos

Lo de Fiume acabó de aquellas maneras para d’Annunzio, aunque bastante peor para los italianos que aún quedaban allí, y en Istria, cuando llegaron los partisanos de Tito al final de la Segunda Guerra mundial. Se cumplen ahora los ochenta años de la conocida como masacre delle Foibe, simas kársticas a donde fueron arrojados, vivos o ya cadáver, muchos de los que no salieron por piernas antes de su llegada; y que serían maltratados por la madre patria en cuanto que supuestos fascistas. Toda Europa tiene trapos sucios.

Nuestro personaje tenía una finca y villa en Gardone Riviera, a orillas del Lago de Garda, pegadito a Saló, el pequeño pueblo donde Hitler, después de que Otto Skorzeny lo liberase en los Apeninos, le montó una republiqueta a Mussolini, donde aguantó hasta los últimos días, para acabar como acabó, colgado por los pies en una plaza milanesa. Pero esa es otra historia.

En Gardone, Gabriele d’Annunzio, ya decidido a autoinmolarse en exilio interior, comenzó una obra de construcción de una mansión y parque fuera de lo común, hasta que un ictus lo fulminó en el 36 sobre la mesa de trabajo, a la que llamó el Vittoriale degli italiani. Una casa donde, según palabras del guía, el exceso de lo superfluo se convierte en arte y evocación, pues el héroe va construyendo salas, dormitorios, baños, comedores, despachos, salas de espera, de forma coordinada para deslumbrar a los visitantes futuros, pues él, desde el primer momento, ya había dispuesto dejar al patrimonio italiano su poética obra inmobiliaria.

Aunque son casi 300.000 los visitantes anuales, sólo se puede recorrer en pequeños grupos guiados pues lo abigarrado del mobiliario y adornos haría peligroso el dejar campar libremente a determinados grupos. Ya desde la entrada, con dos salas de espera diferenciadas para invitados, apreciados o incómodos, el diseñador nos da señal de su carácter. Después seguirá un continuo golpear la atención del visitante entre miríadas de libros, estatuas de todo tipo y condición, profusión de Budas, tapices, alfombras, cojines, etc. y todo ello con significativas alegorías y mensajes visuales del dueño de la casa, en un ambiente que tanto deslumbra como agobia.

En el teatro interior con que cuenta la mansión, nos sorprende colgado del cielo una reproducción del biplano con el que d’Annunzio alcanzaría gloria militar, aunque este recuerdo a su pasado, del que también nos obsequia con una sala dedicada a su figura militar y deportiva, se quedará en pálido reflejo cuando en el impresionante parque de la finca, toda ella sobre una ladera enfrentada al lago de Garda y plagada de sorprendentes olivos, descubrimos un pabellón, casi un templo, donde yace en perfecto estado la patrullera/torpedera con la que, durante la Gran Guerra, realizó varias intrépidas infiltraciones en aguas austríacas.

Aún más chocante será encontrarnos con el navío empleado por d’Annunzio en su aventura fiumana. Desmontado por completo y vuelto a montar en la ladera de la finca con puente, mástiles y cañones, con la proa al Lago, es una imagen impactante que sólo el mausoleo que domina la finca, donde yace el poeta con alguno de sus correligionarios, logra superar. Locura d’anunnziana.

Da no pérdere.     

Raúl Suevos

A 11 de febrero de 2023

Traducción en bable en abellugunelcamin.blogspot.com

Comments

Popular posts from this blog

Lo han vuelto a hacer

En el solar zaragozano

Asco y vergüenza en Marsella