Avenida de los insurgentes...rusos

 

Entre las joyas de Méjico capital está el Museo nacional de Antropología; una maravilla a nivel mundial, construida en los tiempos del presidente Cárdenas, aquel que acogió a los refugiados españoles tras la Guerra incivil, y también el buque Vita, cargado de joyas para sustentar esos exilados, y que Indalecio Prieto se encargaría de controlar sin que nunca se supiese el fin de los caudales.

Desde el Museo, casi sin cortes, discurre la famosa Avenida Insurgentes, que en casi treinta kilómetros nos lleva hasta el no menos famoso lago Txotximilco, una excursión imperdible, como la de Tenochtitlan, si se va por aquel país, hoy en las infames manos de Andrés López Obrador.

En Rusia, que yo sepa, no cuentan con una avenida semejante, pero tienen la autopista a Moscú desde Rostov del Don, una ciudad de millón doscientos mil habitantes que se encuentra en la desembocadura de ese rio, en las orillas del mar de Azov, territorio ruso donde se encuentra el cuartel general militar que, se supone, mal dirige las operaciones en Ucrania.

De ella, al parecer, se ha apoderado el señor Prigozín, y sus tropas irregulares –no me gusta lo de mercenarios- que, después de dejar miles de muertos en Bajmut al servicio de Putin, parece haberse hartado de su papel de carnicero y limpiador de prisiones, y tras una serie de intervenciones públicas vituperando al ministro de defensa ruso ya decidió lanzarse abiertamente a la insurgencia militar, también llamada rebelión.

Ya ha habido combates y derribo de helicópteros, pero lo más preocupante, para Putin, es que no ha habido resistencia en Rostov, ni de los militares ni de la policía, y las informaciones dicen que están a 340 kilómetros de Moscú, donde el Ejército, o lo que de él queda, despliega en las vías de llegada con intención de cortarles el paso.

Prigozín solo no tiene nada que hacer pero, si bajo la aparente calma de ciudadanía e instituciones, que la comunicación pública del Kremlin nos ha trasladado desde que la Operación Especial comenzó, resulta que hay un trasfondo de descontento y hartazgo, puede que nos encontremos ante una situación similar a la de febrero de 1917 en San Petersburgo, cuando las tropas zaristas se negaron a disparar a los manifestantes, haciendo con ello caer al régimen zarista, y la llegada de un gobierno de concentración a cargo de Kerensky.

Suena bien el cuento, pero conviene no olvidar que, unos meses después, sería Lenin, mediante un golpe magistralmente ejecutado por Trosky, el que se haría con el poder y crearía el gobierno de los Soviets. Así que cuidadín con hacerse demasiadas ilusiones, sobre todo si no se sabe lo que puede venir más tarde.

Raúl Suevos

A 24 de junio de 2023

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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