Giorgio Napolitano

 

Los españoles, me da la impresión, tenemos tendencia a mirar por encima del hombro a los italianos; quizás ello se deba a las campañas gloriosas del Gran Capitán, o más probablemente por nuestra contrastada ignorancia sobre las vivencias ajenas. El caso es que, en el asunto político, tenemos algunas coincidencias, como, por ejemplo, el sistema semipresidencialista en la Jefatura del estado. Un presidente, en su caso, un rey, en el nuestro, con muy pocas competencias, pero con una auctoritas que, más allá de lo que dicta la Constitución, tiene un poder enorme sobre el devenir de la nación.

Allí se elige al presidente mediante un sistema de electores; diputados, senadores, y representantes regionales, que, en ocasiones, ha conducido a una inacabable serie de votaciones hasta lograr un resultado. En algunas oportunidades el asunto parecía insoluble, llevando a la reelección del presidente saliente ante el bloqueo de la situación. Así sucedió con Giorgio Napolitano, y el actual, Sergio Matarella.

Aunque el sistema parece complicado y poco eficaz, los resultados suelen ser encomiables, y así podemos recordar a Sandro Pertini, o a Carlo Azeglio Ciampi. Todos políticos de largo recorrido y con un profundo sentido de estado y de Italia. Todos de grato recuerdo para los italianos.

Italia, un país nacido del Resorgimento contra los austríacos, con un himno, Fratelli d’Italia, escrito por Mammeli, pero que prefieren el Va Pensiero de la opera Nabuco, de Giuseppe Verdi; que se convierte en república mediante referéndum tras la Segunda Guerra Mundial, y, sobre todo, el comportamiento cobarde de la familia real tras el acuerdo de paz con los aliados, que dejó el país a merced de las fuerzas del Eje. Una nación profundamente orgullosa de su historia pero consciente de las dificultades del mundo moderno; que son muchas, y a las que sus presidentes suelen responder con una inequívoca idea de las prioridades nacionales.

Italia vive en sus crisis; algunas profundas, como las que supusieron el terrorismo independentista en el Alto Adige, o el de las Brigadas Rojas, sin olvidar el de carácter filofascista. Pero en sus peores momentos sabe adoptar una solución de estado, como cuando Matarella nombró a Mario Draghi para presidir el gobierno; o como cuando Napolitano acudió a Mario Monti, también en situación delicada del país.

Soluciones pragmáticas, con tecnócratas, cuando la clase política no está a la altura de las circustancias. Algo que los presidentes italianos, como Napolitano, saben emplear cuando es necesario, y que aquí, en España, parece lejos de estar a nuestro alcance. Ye lo que hay.

Napolitano, comunista, a quien el Papa Ratzinger confió su deseo de dimitir,  se ha muerto, en paz, con 98 años, e Italia le llora,   

Raúl Suevos

A 25 de septiembre de 2023

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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