Opositor a Putin, cadaver efectivo

 

Respecto a nuestra Guerra incivil hasta los más doctrinarios, entre los que han estudiado el fenómeno bélico, parecen estar de acuerdo en que, dejando de lado el honroso caso del general Rojo, la ciencia y la técnica militar estaba del lado liderado por el general Franco. Ello se vio, entre otros aspectos, en la gestión de los recursos humanos, tanto a nivel de masas como en los puestos más escasos, como podían ser los oficiales llamados a dirigir las pequeñas unidades. Y alguien inventó el Alférez provisional.

Era éste un empleo de oficial subalterno, capacitado para mandar una sección, es decir, entre 30 y 45 hombres según la tipología. Para cubrirlos, tras un brevísimo periodo de formación, se llamó a los jóvenes con el bachiller superior acabado, y, sobretodo, universitarios. Llegaron a ser casi 30.000 y el diez por ciento de ellos cayó en combate, con muchos más heridos o mutilados. Se decía que duraban en el frente en torno a los 43 días. Una mortandad que llevó a decir aquello de “alférez provisional, cadáver efectivo”.

En Rusia no tienen alféreces, tienen opositores, pocos, y cada vez menos. Allí, todo aquel que se declara opositor a Vladimir Putin, sea en el campo de la prensa, como Anna Politkovskaya; el de los servicios internos, como Alexander Litvinenko; el de la oposición política, como Boris Nemtsov; o el empresariado, como Boris Berezowsky, acaban asesinados en circunstancias que nunca llegan a ser conocidas en sus últimos detalles, pero que conducen al Kremlin. Se salvan, temporalmente, los que toman las de Villadiego, hoy conocido como Occidente, como el caso del Garri Kasparov. Allí un opositor a Putin es un cadáver efectivo.

Es una satrapía, la de Rusia, más feroz que la tan denostada Unión Soviética, que tras la desaparición del monstruoso Stalin tomó una senda más humana y por ello asistimos a casos de liberación de disidentes como fueron Alexander Soltzhenitsyn que nos trajo el conocimiento de lo que sucedía en Siberia con su Archipiélago Gulag, o el físico Adreij Sajarov, que da nombre al premio del Parlamento Europeo. Era una Unión Soviética decadente en sus principios marxistas que ya no tiene nada que ver, en cuanto a derechos humanos, con lo que hoy sucede en la Federación rusa.

La democracia iliberal, o cesarismo democrático, que encarna Putin en Moscú, no son más que denominaciones relativamente amables para enmascarar lo que es simplemente una autocracia despótica que lleva un camino del que la historia del siglo XX nos ha dado ejemplos palmarios, con Hitler en primer lugar.

Hoy el muerto, en circunstancias ignotas en una lejana prisión siberiana, es Aleksei Navalny, unos meses después de que al mercenario Prigozhin le explotase el avión. Seguirán otros entre los que no acepten el yugo de Putin. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 16 de febrero de 2024.

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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