...Y no son profesión de riesgo

 

Aunque soy hijo del Cuerpo, esa es la forma coloquial de referirse a las personas cuyo progenitor es, o fue, miembro de la Guardia Civil, nunca he tenido relación con la Jefatura de tráfico, o con alguno de sus componentes, pero me consta que es, entre las distintas especialidades en las que se estructura la Benemérita, la que cuenta con más bajas en acto de servicio, no digamos ya los accidentados. Y para llegar a esa conclusión sólo es necesario un pequeño repaso mental a lo que la prensa nos aporta de forma cotidiana.

Me viene, casi habría que decir que me golpea, la noticia del pasado año en la que un motorista del Cuerpo se interpuso, conscientemente, en Asturias, al coste de su propia vida, ante la llegada de un coche que podía llevarse por delante a un pelotón de jóvenes ciclistas aficionados. Dámaso Guillén se llamaba. Uno más, uno de esos sobre los que Josu Ternera se preguntaba en un programa televisivo ¿No son voluntarios?

Es una constante la del sacrificio y la exposición de los componentes del Cuerpo a lo largo del tiempo. También la de su abandono con independencia de la administración del momento. Ahí tenemos las noticias sobre el estado de ruina de algunos cuarteles a lo largo y ancho del territorio. Las penurias escolares que sufren sus hijos en algunas regiones por el sinsentido que supone el sistema de enseñanza del que nos hemos dotado. Y los agravios comparativos con otros cuerpos de seguridad del estado. Ye lo que hay.

El accidente de esta noche, con seis muertos, dos de ellos guardias civiles, llega cuando aún no se han disipado los ecos de los asesinatos de Barbate, seguidos de constantes noticias sobre la impunidad con la que actúan los narcotraficantes en aquellos lares, en los que los guardias civiles viven poco menos que atrincherados en sus cuarteles, expuestos al acoso constante de los delincuentes y quienes les apoyan.

Tampoco se han apagado los gritos de la manifestación del pasado fin de semana en Madrid, en la que se pedían  pensiones dignas y el reconocimiento de profesión de riesgo, algo con lo que cuentan las policías municipales y las autonómicas, pero que, al parecer, no merecen Guardia Civil, Policía Nacional y militares. ¿Es un absurdo? ¿Un escarnio? ¿O simple desidia del Estado? O lo que es lo mismo, de sus dirigentes.

¿Cuántos guardias civiles tienen que morir para que el Estado los tenga en cuenta? Me resulta vergonzosa, como ciudadano, la percepción de que, en un momento en el que nuestro gobierno hace gala, por medio de todo tipo de subsidios, de una munificencia pasmosa, no tenga tiempo para sus guardias civiles.

Raúl Suevos

A 19 de marzo de 2024

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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