Alan García, Odebrecht y Cuba

Alan García, Odebrecht y Cuba
Alan García se he pegado un tiro. No quería encontrarse en la cárcel con Fujimori, pues ese era el epílogo más probable de la operación. A su puerta había llamado la fiscalía; es de suponer que con suficientes pruebas inculpatorias de cohecho en el caso Odebrecht.
Odebrecht era la principal empresa constructora de Brasil. Había crecido enormemente bajo la dirección del hijo del fundador al que conocían como “el príncipe” en el país. Hasta aquí todo bien, todo bien hasta que salto la liebre a partir de un asunto de corrupción en el propio país, “lava jato”, lavacoches, modesta red de lavado a través de la cual se movían los dineros hacia los ansiosos bolsillos de los ejecutivos de la compañía estatal de petróleos Petrobras.
El príncipe no lo fue tanto y en cuanto el juez le apretó las clavijas empezó a cantar y dar nombres, lo sigue haciendo desde su cómodo arresto domiciliario, y al son de su canto comenzaron a caer la mitad de los honorables representantes políticos brasileiros, empezando por Lula, entonces ya ex-presidente y ahora preso de élite. No fue él sólo, ni su partido, la corrupción no tenía color y dicen que el siguiente será Temer, el último presidente.
Odebrecht construía en todo Iberoamérica y también en otros países y para ello sobornaba en todas partes. Desde que se inició la denuncia de Lava Jato las fiscalías de medio continente no han parado y así hemos visto como el escándalo llegaba aArgentina, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Méjico, Panamá, Venezuela y, por supuesto, Perú. En Venezuela, bajo el dominio de la revolución bolivariana, las denuncias no parecen tener repercusión; podía esperarse. En Perú ya han caído varios ex-presidentes.
Alan García, presidente dos veces del Perú, era un orador descomunal, no solo por su talla, capaz de arrastrar multitudes con su verbo, a la antigua usanza. Había empezado con Víctor Haya de la Torre, el fundador del APRA, Alianza Popular Revolucionaria Americana, en los duros años treinta; a él cabe adjudicar el concepto del cesarismo populista que seguirían Velasco Alvarado en Bolivia, Perón en Argentina o Getulio Vargas en Brasil. Su movimiento de centro izquierda era el que supuestamente representaba el moderno APRA de Alan García.
García cayó en su primera presidencia a manos de Sendero Luminoso, la hiperinflaciónfruto de su mala gestión y la corrupción. Volvería años después con una economía saneada durante la presidencia del Alejandro Toledo, hoy también en busca y captura, pero su mandato no aportó nada, salvo las obras de Odebrecht que ahora lo han llevado a la tumba.
En Cuba Odebrecht, y siempre de la mano de Lula, ha llevado a cabo la mayor obra del país desde la salida de los soviéticos, El puerto de Mariel. Una obra pensada para acoger los flujos de super-portacontenedores que vendrían tras la ampliación del Canal de Panamá y que necesitarían de puertos intermedios para repartir en transportes de menor calado sus miles de contenedores de 20 y 40 pies.
El puerto llevaba aparejada una zona especial fiscal en la que, se suponía, vendría tremenda cantidad de empresas a instalarse. Las cosas no han ido como se anunciaba y el puerto apenas genera movimiento –dicen que la bocana es zona de arenal y que no se pueden alcanzar los calados previstos en los planes- ni la zona especial concita el interés que los  augures prometían. Los créditos concedidos por el Banco de crédito exterior brasileiro han comenzado a entrar en impago, lo que ha sido denunciado por el acreedor y que conllevará ulteriores restricciones y reclamaciones por parte del actual gobierno brasileño. Pero de enjuagues, astillas y desvíos nada se ha sabido, en un país como Cuba en el que nada se mueve sin el permiso de la cúpula castrista, y ello posiblemente gracias a que Raúl colocó a cargo del proyecto a su yerno el general Luis Alberto López Callejas. Los secretos se guardan  mejor en familia.
López Callejas es también el presidente de GAESA, el grupo de empresas del ministerio de defensa cubano, un conglomerado que, según algunos analistas, podría mover hasta el 60% de la economía cubana y que en estos momentos está llamada a luchar contra una crisis que hay quien equipara al Periodo especial, es decir, la hambruna que padeció la isla entre la salida de los rusos y la llegada de Chávez.
La reducción de los envíos de petróleo subvencionado desde Venezuela, la vuelta de los médicos enviados a Brasil y gran parte de los de Venezuela, y con ellos los dineros que pagaban esos gobiernos, así como la aplicación de la ley Helms-Burton ordenada por Trump con la prohibición de comerciar con determinadas empresas y propiedades, seguida de la prohibición de viajes a los ciudadanos norteamericanos a la isla y la reducción del envío de remesas por los cubano americanos buscan poner de rodillas a la isla y con ello la caída del régimen cubano. De nuevo el bloqueo intenta doblegar a la isla y, probablemente, de nuevo logrará para ella la simpatía de medio mundo.
En definitiva, Odebrecht ha puesto patas arriba a medio continente pero en Cuba la vida parece querer repetirse, de nuevo las penurias, de nuevo los cubanos buscando escapar de la prisión de la isla, de nuevo los yanquis equivocando el camino. Al menos nos ahorraremos los discursos de Fidel esta vez.  
Raúl Suevos
A 18 de abril de 2019
abellugunelcamin.blogspot.com

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