Vuelven las Juntas a España


El 2 de mayo de 1808 estalla en Madrid la Guerra de Independencia, pero el país ya llevaba un tiempo sin gobierno; los borbones habían abdicado y José Bonaparte aún tardaría en llegar. El Alzamiento, de carácter popular, tuvo un reflejo político en la creación de las Juntas locales de Defensa o Gobierno, que se aglutinarían en las correspondientes provinciales y estas en la Junta Suprema Central de Floridablanca.
En Asturias que contaba desde siglos antes con esa institución de gobierno, la Junta General del Principado, cuyo nombre hereda el actual gobierno, se declaró además soberana, llegando a enviar embajadores a Inglaterra y armando a su costa varios regimientos. Es posible que Belarmino Tomás se inspirase en ella cuando durante la Guerra Incivil se independizó y montó lo que Azaña llamaba el “gobernín”. Pero eso es otra historia.
Hoy nos invade el coronavirus y como entonces parece que no hay gobierno. Llega tarde y mal a casi todas las decisiones y comenzamos a percibir cómo el tejido social, individuos, empresas, asociaciones, etc. se moviliza para tapar los huecos que dejan la falta de capacidad de quien debiera dirigir la batalla, la defensa de España.
Unos acopian fondos, otros confeccionan batas médicas con plásticos de invernadero, aquellos fabrican máscaras con sus impresoras, otros diseñan respiradores quirurgicos, etc. Qué decir de los oficios de nuestra sociedad, aquellos de formación básica y paga escasa, todos están ahí, al pie del cañón, apoyando a los sanitarios y haciendo que el país no deje de funcionar. Es la España de siempre, aquella que aguanta el asedio en Baler, o la que conquista un imperio con 400 hombres. Qué buen vasallo si oviere buen señor.
Nuestro sistema político descansa en los partidos políticos, así lo consagra la Constitución, pero estos han ido conformándose como agrupaciones de interés de sus miembros, una especie de fraternidades en las que se ingresa muy pronto –juventudes- y en las que prima precisamente eso, el interés del grupo. Allí nacen y se desarrollan los nuevos políticos, capaces de dirigir el país en tiempos de bonanza pero perfectamente desnortados, por falta de auténtica formación, cuando se producen las grandes crisis.
Tenemos una administración repleta de cargos políticos y miríadas de asesores en detrimento de las escalas de altos funcionarios, aquellos que antaño sostenían la continuidad de la administración del estado, también en tiempos de tribulación. Esta experiencia debería hacernos reflexionar sobre la eficacia de nuestro sistema político, aunque no sé si cuando llegue la campaña de la postverdad aún nos acordaremos de ello.
Raúl Suevos
A 27 de marzo de 2020

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