De dimisiones y nombramientos


Decíamos ayer, parafraseando a un tal Fray Luis de León, que el reformador General Cassola, allá por el lejano 1888, proponía cambios profundos en el mundo militar. Uno de ellos era la eliminación de los ascensos por “méritos de paz” que llevaban a los más altos empleos a oficiales que apenas habían olido la pólvora en tiempos en lo que eso, el combate, representaba lo cotidiano en el oficio de las armas.
Con el paso del tiempo ese tipo de méritos fueron trocados por los “de guerra” y ya en el siglo XX, durante el largo conflicto del Rif, fueron motivo de grandes carreras por méritos, llegando a provocar un grave problema político con el Arma de Artillería que al tener poca oportunidad de despliegue en aquella zona las rechazaba. El asunto se enriscó de tal manera que el dictador Primo de Rivera llegó a disolver el Arma en uno de sus prontos.
En la actualidad, en España, se utiliza un sistema de ascensos perfectamente reglado desde los tiempos de la Academia. En los primeros empleos es el escalafón, es decir, la antigüedad, quien manda; posteriormente, hasta el empleo de coronel, será la selección objetiva sobre una serie de parámetros la que decidirá el futuro de cada uno; para el generalato, es la elección por parte de los Consejos Superiores la que decidirá, pendiente siempre de la aprobación por el poder político de turno, algo que tradicionalmente se ha respetado, con alguna excepción que ha dado que hablar.
En la Guardia Civil, cuerpo policial de carácter militar que sigue, en lo que ascensos se refiere, el mismo proceso que el Ejército, se ha mantenido casi siempre el respeto –por parte del poder político- de esta normativa. Hasta hoy, cuando tras la crisis, evidente por más que se niegue, de la dimisión del Teniente general Ceña, el señor ministro ha decidido saltarse al supuesto sucesor, a los otros dos tenientes generales y a media docena de generales de división de más antigüedad que su elegido, el general Salas, Jefe de Información y del que no hay motivos para dudar de su capacidad, más que sobrada a tenor de su hoja de servicios.
El principal afectado, el Teniente general Santa Fe, al parecer ha pedido cuentas –qué desfachatez- lo que ha llevado al señor ministro a apartarlo del cargo que ocupaba, realimentando la no existente crisis que mañana dará de nuevo ulteriores montones de leña al fuego. Y quien paga la cuenta de esta fiesta es la Guardia Civil, la Benemérita, que se ve envuelta en una querella política que solo hace que erosionar su prestigio bien ganado.
Hoy el día se completa también con nombramientos, para compensar, aunque estos son de carácter económico y para el consejo de administración de Enagas, tres políticos de contrastados conocimientos en ese campo, parecidos a aquellos que tan bien lo hicieron en las Cajas de Ahorro, motivo por el cual los tenedores de acciones de la empresa deben estar contentos. Y hablando de alegrías, si mañana los independentistas de toda laya muestran su contento con lo sucedido en la Guardia Civil, no lo duden, es malo para España.
Raúl Suevos
A 27 de mayo de 2020
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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