Empoderamiento materno en el Muro de Gijón

 

Esplendida mañana dominical en el muro tras días de lluvia y tormentas. Un suspiro transitorio quizás, en un final de primavera que anuncia calor veraniego en el noroeste y sequía extrema en algunas partes del país. Gentío para festejarlo y, llegando al final, casi en el Campo Valdés, no puedo evitar oír como una madre enérgica: “Vos ya lo probaste pero solo t’acordás de lo que querés”, con un claro acento porteño –aunque verdaderamente no distingo entre el porteño o el uruguayo- sermonea a un cabezón de apenas 80 cm, armado de casco y patinete, que mira al suelo sabiendo que lo tienen acorralado. El padre, al lado, acierta a mediar con un “probastelo ayer pero ya no t’acuerdes”; en un asturiano amestao –la mezcla de asturiano y castellano que hablamos la mayoría del personal en Asturias- que recuerda un poco al lavatorio de manos de Pilatos. Mientras los supero en dirección al muelle pienso que el culpable del lance debe ser un puesto de helados que la familia acababa de dejar atrás.

Este pequeño infante es un ser afortunado, aunque él aún no lo sabe. Tiene en casa las bases para ser políglota; y si nadie lo remedia, en cuanto que aprobemos la cooficialidad del asturiano, se verá sometido a una parte del currículo en esa lengua maravillosa, antigua y despreciada por algunos sin conocerla; aunque también de dudosa utilidad para la región en estos momentos. Ese niño podrá presumir de plurilingüismo partiendo de una única lengua romance, y todo ello sin controlar medianamente el castellano. Qué futuro, Señor.

Además, este niño de madre con sentido del mando, podrá seguir profundizando feliz en el manejo del patinete, puesto que, para evitarle las presiones que supone el esfuerzo de aprobar asignaturas, la última versión de la ley de educación promovida por esa figura de inquietante dicción a la que tanto debe el bienestar moral y mental de nuestros jóvenes, la señora Celaá, le permitirá no sólo pasar de curso con varias asignaturas pendientes, también podrá presentarse a la EBAU, la selectividad. Todo ello, es de suponer, para lograr que a la universidad lleguen estudiantes de ánimo positivo, sin remordimientos por haber suspendido, o dejado cuentas pendientes por el camino.

Que la idea es buena lo demuestra el hecho de que, sólo con su conjuro, este año se han logrado records espectaculares en el número de aprobados y notas alcanzadas en esa prueba que, en tiempos ya lejanos, suponía el abandono de los estudios para muchos estudiantes incapaces de superar esa barrera.

Quién sabe, quizás nuestro infante acabe de camarero en un pub de Londres, como tantos otros antes que él. Ahí también vamos de record.

Raúl Suevos

A 20 de junio de 2021

Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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