En Kabul no, pero aquí triunfa el relato

 

Ha sido necesario que hablase un militar para que empecemos a hacernos una idea de la realidad. El JEMAD, Jefe de Estado Mayor de la Defensa, ha dicho que los que quieran salir tendrán que llegar al aeropuerto de Kabul “como puedan” y eso es una fotografía precisa de lo que allí sucede. Todo lo demás es relato.

A estas alturas del desastre afgano; desastre en todos los aspectos que se quieran analizar, parece que algunas cosas van quedando claras. La primera de ellas, y quizás la más fácil de percibir, es la falta de precisión de los informes de inteligencia de la mayoría de las agencias de seguridad occidentales, incluyendo, por supuesto, la española, nuestro CNI, en cuanto a la capacidad de resistir al avance talibán por parte de las instituciones afganas, gobierno y fuerzas armadas. Todas, visto lo ocurrido, parecen haber pecado de ingenuidad, llamarlo optimismo me parece demasiado benevolente, aunque algunos pensarán que es falta de profesionalidad.

Otra de las conclusiones que se pueden sacar del cataclismo afgano es que nos encontramos, muy probablemente, ante un cambio importante, importantísimo, en cuanto a los equilibrios de poder mundiales; no tanto porque las fuerzas de las principales potencias hayan cambiado radicalmente tras la caída de Kabul, que no han mutado, sino porque las percepciones de unos y otros sí que cambiarán; las de las principales potencias, los EEUU, China y Rusia; las potencias regionales, India, Turquía, Irán; fíjense que no cito a Europa, y es que ésta no está ni se la espera hasta que decida ponerse ante el espejo y pensar que hace con su vida. Nos quedan los movimientos terroristas de toda laya, con especial preferencia los de carácter yihadista producidos por el Islam. Todos verán la debilidad norteamericana y eso traerá consecuencias.

El JEMAD también nos ha contado que tenemos desplegados todos los A400, la joya de nuestro transporte estratégico, tres (3), esos son los disponibles en este momento, ese es el nivel de nuestras capacidades en ese dominio. A su lado Margarita Robles tomaba un rol secundario, recién llegada de su Candás veraniego, donde la costera del bonito ya terminó y con ella las ventrescas a la plancha, aunque ella, con fama de frugal, no debe ser muy aficionada. Ella representa, con su presencia en Torrejón, la última aportación del relato que se construye en este momento.

Somos los campeones mundiales en la evacuación de afganos, ya lo fuimos en las vacunas covid, también en derrotar tempranamente al bicho, al menos eso fue lo que nos dijo el doctor Sánchez. Un Sánchez desaparecido durante el inicio de la crisis -sólo la avalancha de críticas le decidió a enseñarnos sus zapatillas veraniegas- pero que, percibido el peligro para su imagen, ha saltado al ruedo con toda la cuadrilla de acompañamiento.

En Torrejón llegamos a tener a dos ministros, MAEC e Inclusión social, para recibir poco más de un centenar de afganos de los que, al parecer, la mayoría no era responsabilidad española. Al embajador en Kabul, cesado hace ya tiempo, lo mantienen allí transmutado en héroe y, es de suponer, pronto a recibir la Encomienda de Isabel la Católica. A los presidentes de Comisión y Consejo Europeos los han traído también a Torrejón –¿Espontáneamente o a petición de don Pedro?, el tiempo lo dirá- y, para rematar, nuestro presidente nos anuncia que las bases de Rota y Morón servirán de centro de acogida para los afganos de los USA, sin explicarnos si eso lo ampara el Tratado de las Bases o si es una transacción con el Biden que hace dos días no citó a España entre los países “amigos” que estaban cooperando con la evacuación, a expensas de que en unos meses reciba a nuestro presidente en la Casa Blanca; sería un perfecto colofón al Manual de resistencia del doctor Sánchez.  

El caso es que, llegados aquí, lo que pase con Afganistán empieza a ser secundario, es nuestro honor nacional el que está en juego y en eso el relato que ahora cuenta es que somos los mejores, como siempre, en la evacuación de pobres y desvalidos afganos; poco importa que Bagdis, donde viven la mayoría de los que trabajaron para España, esté a 800 km de Kabul y por el camino tengan innumerable controles talibanes. Ya lo ha dicho el JEMAD, que lleguen como puedan.

Raúl Suevos

En Gijón a 23 de agosto de 2021

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