La abyección
En 1980 abandoné la Academia hacia mi primer destino
profesional; cuatro años y medio en Pamplona; una ciudad que, por aquel
entonces, pugnaba con la pequeña Rentería por lograr el primado entre las
poblaciones con su propio grupo de asesinos especializados, que en el caso de
la capital navarra eran dirigidos por una mujer de apodo Bitxori a la que no
parecía que le afectasen los problemas de machismo que tanto preocupan hoy a
nuestras gobernantas.
Aquella escoria de la especie humana perfeccionó una carrera
de 17 asesinatos por los que pagó la “enorme” cantidad de 19 años, es decir,
poco más de un año por cada vida robada y cada familia destrozada. Es un
balance que muestra una generosidad estatal que no se da en ninguna otra parte
del mundo. En ningún lugar del planeta vale tan poco la vida humana y el dolor
que su desaparición inopinada genera en su entorno. Hoy la Bitxori está
desaparecida de los medios de comunicación y es posible que lleve una vida
feliz rodeada de un entorno de admiradores que en ningún momento se hacen
preguntas por su propia condición moral. Ye lo que hay.
A mí, aquellos años no me dejaron especial huella. Era joven y
estaba en buena forma física, y el cuerpo a tierra diario para comprobar los
bajos del coche suponía apenas un suspiro, aunque los asesinos viniesen y
asesinasen al tendero del barrio, por ser franquista; o descerrajasen un tiro
en la nuca al anciano padre de mi vecina, por ser guardia civil jubilado; o
hiciesen los mismo al pobre Casanova por ser militar, y pese a ser un
formidable jotero navarro. Era la abyección de los asesinos y de la población
que en Navarra y el País Vasco los apoyaba, y hoy les aplaude.
En lo personal fue mi mujer quien más cerca los tuvo. En dos
ocasiones, mientras paseaba a nuestro primer hijo, la muerte en forma de bomba
y de tiroteo quiso que el espacio/tiempo se ajustase en minutos a su favor y
hoy la experiencia nos sirve para recordar aquellos años con enorme tristeza,
pero en ningún caso nos permitimos olvidar a los que cayeron y a quienes los
mataron, tampoco a quienes les aplaudieron y hoy les agasajan.
Nuestro sistema de libertades es sin duda alguna uno de los
más potentes de Occidente, lo digo después de haber vivido en varios países del
mundo; ya entonces, en pleno ataque de los terroristas lo era, y el “Punto y
hora de Euskalerría”, con el amparo de la ley española, era uno de sus voceros
más señalados, bazofia impresa para quien esto escribe; panfleto que fue la
base profesional para quien hoy dirige
la representación de los asesinos en el congreso y apoya a nuestro gobierno a
cambio de entrar en la Comisión de secretos del estado.
El estado de derecho es imperfecto, como todas las creaciones
del hombre, pero en el caso del nuestro, España, tengo la impresión en
ocasiones, demasiadas, que avanza en un camino de autodestrucción que,
obviamente, no puede conducir a ningún lugar, no al menos a uno en el que
seamos mejores.
Raúl Suevos
A 29 de abril de 2022
He descubierto este blogger.Dios le ayude. Mucho esfurezo y sacrificio de nuestras FFSS en el Norte para que ahora les dejen tirados.
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