La zapa de las sanciones



 La guerra económica es lo que tiene; sus efectos no son tan inmediatos como esos misiles Uragan lanzados desde la retaguardia rusa con la impunidad que le da el saber que los ucranianos no se atreverán a bombardear territorio ruso, por mucho que la relampagueante “operación especial” sea una invasión en toda regla del territorio patrio. Es lo que tiene el ubicarse en lo que se conoce como zona de fricción, en este caso entre dos potencias, o casi, occidente y lo que queda de la URSS. Ucrania tiene que jugar con lo que le dejan.

Con todo, y pese al férreo control de la información que lleva a cabo el gobierno de Putin, empiezan a filtrarse noticias en forma de datos económicos que emanan de organismos oficiales rusos, como el Banco Central ruso que cuenta con una versión en inglés que permite saber que la inflación y el PIB van a dar un enorme mordisco al poder de compra de las familias rusas que, en muchos casos, tendrán que preparar potaje de patatas con patriotismo putinesco, a falta de mejor compango.  

Hay, sin embargo, otros datos más curiosos, como el precio de los fletes camioneros en el interior de Rusia, donde la línea Moscú-San Petersburgo pierde un 40% de su valor, quizás porque no habiendo apenas tráfico marítimo la oferta transportadora se ve abocada a tirar los precios. Un contraste agudo con la línea Moscú-Georgia que aumenta en un 30%, para sorpresa de muchos ya que, pese a la tirantez de las relaciones entre los dos países, con miles de combatientes georgianos en las filas de la Legión extranjera ucraniana, parece ser que el país, con dos puertos en el Mar Negro; Poti y Batumi, el segundo con una importante terminal de contenedores, se ha convertido en la puerta de entrada para todo tipo de bienes ahora prohibidos por las sanciones occidentales, lo que habría aumentado exponencialmente el tráfico rutero hacia la capital rusa y con ello el precio de los fletes. Ye lo que hay.

Existen otros datos más difíciles de comprobar, como el precio que los repuestos industriales de origen europeo, imprescindibles para muchas empresas rusas y difícilmente reemplazables por los chinos, por el momento muy cuidadosos en la aplicación de las sanciones, que sí que han aumentado las importaciones de crudo y gas ruso pero, lógicamente, aprovechando la necesidad del productor y logrando unos precios muy ventajosos para sus intereses. La simpatía y el apoyo moral tienen un precio.

Los datos que comienzan a filtrarse nos dicen que Putin no está luchando exactamente contra el ejército ucraniano, que está respondiendo maravillosamente dadas las circunstancias, sino contra el tiempo, que parece ganarle la batalla de forma inexorable.

Raúl Suevos

A 8 de junio de 2022

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