Tazas de té y vasos de sidra

 

El museo provincial de Zaragoza se dispone a cerrar durante un largo periodo, obras. Su enorme colección le empuja a ampliar hacia el contiguo edificio de la antigua Escuela de Artes y oficios, hermoso ejemplo de la arquitectura zaragozana de principios del S.XX. Allí podrá seguir iluminando a propios y foráneos acerca de la riqueza artística de la antigua Cesar Augusta.

Antes de que echen el cerrojo nos acercamos a ver una excelente exposición sobre el kimono japonés, que nos sorprende vivamente por la riqueza de las telas, casi todas forrados en seda, y, sobretodo, la increíble y exuberante decoración de las mismas, que en una de las salas se muestran abiertas y desplegando toda la belleza del estampado que los pliegues de la vestimenta no permiten apreciar.

Hay también una muestra de tazas de té de un ceramista contemporáneo recientemente fallecido, Tanzán Kotage, que exhiben una rara belleza en sus esmaltados contornos, con motivos, como muchas de las telas de los kimonos, de la naturaleza japonesa a lo largo de las estaciones. Una maravilla que conmueve aunque uno no sea un experto, ni en cerámica ni en Japón.

Un panel explicativo cuenta que la Ceremonia del Té, que en su versión china es Patrimonio inmaterial de la Humanidad, tiene una primera parte en la que los invitados, cuatro o cinco, beben todos de ese primer té, fuerte y denso, en la misma taza, como si quisieran declarar su comunión en el espíritu de la ceremonia y con sus compañeros.

Leyéndolo no he podido evitar pensar en la epidemia del Covid y en cómo superarían en Japón el problema durante la eclosión de los contagios, al tiempo que recordaba que nuestra Sidra también pretende ser reconocida como Patrimonio inmaterial, y también tuvo que superar el problema del compartir el vaso.

Nuestra ceremonia, por inexistente, es mucho menos compleja que la japonesa, y nació en su momento por la escasez y el precio del vidrio de los vasos, que llevaba a compartir y dejar un poco del culete para arrojarlo por donde se bebiera, y así limpiar, mínimamente, la huella de nuestros labios.

La solución asturiana llegó con el aumento de los vasos, tantos como bebedores, y, en algunos negocios, los tapones reguladores o los artilugios escanciadores a presión, algo, esto último, que desmerece a una buena sidra, especialmente si se cuenta con buenos escanciadores en la sidrería. Ye lo que hay.

Está nuestra cultura sidrera muy lejos del ceremonial, la delicadeza y la dulzura de un pueblo que, no lo olvidemos, mostró una brutalidad inconcebible durante los conflictos del S.XX, pero, con un rito mucho más simple y popular, la sidra sabe mejor.

Raúl Suevos

A 25 de octubre de 2023

Traducción en bable en abellugunelcamin.blogspot.com

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