Hispanos

Leo en la prensa que la selección nacional de balonmano se despide del campeonato europeo con la peor actuación de su historia. Una pena, aun no siendo seguidor de ese deporte que tantos éxitos nos ha aportado, si bien mi atención se centra en el sobrenombre de hispanos que tantas bendiciones y consenso parece haber conseguido estos años, al tiempo que reconozco que es ahí, en el ámbito deportivo, donde mis conciudadanos parecen mostrarse unánimemente españolistas.

Lo llamativo del asunto es que el adjetivo y gentilicio está mal empleado en este caso. No así en el de Máximo Decimo Meridio, el atractivo personaje que Ridley Scott se saca de la manga para construir su triunfador “Gladiator”, que nos informa que es el décimo de su familia y que procede del sur meridional del Imperio, de la Bética para ser más exactos, y que, para cuando se nos presenta en las arenas del Coliseo, se ha convertido en Hispano.

Y es que hispanos eran los de la Hispania romana, es decir, toda la Península ibérica, las actuales España y Portugal, a las que la Reconquista separó, y el breve y fructífero interregno de la Unión de las Coronas, entre 1580 y 1640, no fue suficiente para mantener unidas. Después vendrían siglos de separación y guerras, con Portugal apoyándose en la pérfida Albión y nosotros sufriendo las amargas consecuencias del Pacto de familia con Francia. Hoy todo eso es historia que apenas aparece en los currículos de nuestros estudiantes. Ye lo que hay.

Ya en tiempos modernos, y con más razón desde que ambos países somos miembros de la Unión Europea, se ha retomado por algunos la idea de Hispania, o Iberia si así lo prefieren, con especial recuerdo para el nóbel Saramago que desde sus tiempos de director del lisboeta Diario de Noticias siempre defendió esta causa, poco grata al nacionalismo portugués y sin apenas atención en España.

El caso es que Hispania, en su doble paternidad, enlaza histórica y culturalmente esta esquina meridional europea con un arco gigantesco que engloba gran parte de África y América, es decir, más de 800 millones de habitantes “hispanohablantes”, lo que nos daría un indudable peso político a nivel mundial; y para ello, para poner en marcha esa teórica unión, contamos con dos acuerdos fundamentales: La Estrategia común de desarrollo trasfronterizo, de 2020, y el nuevo Tratado de amistad y cooperación, de 2021, que hay que desarrollar.

El tiempo corre que es una barbaridad, frase popularísima que nos advierte ante la pérdida de tiempo en actividades inútiles, y que hoy, ante la actual convulsión mundial, cobra especial importancia, aunque, me temo, la particular situación de nuestro gobierno no da para menudencias como la de Hispania.

Raúl Suevos

A 17 de enero de 2024

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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