Chicote con suspensorio
De entrada confieso que no he visto las Campanadas de la Uno,
ni siquiera en diferido, y ello pese a los elogiosos comentarios de algunos, y
los no menos críticos de otros, especialmente en relación con el innecesario y,
como siempre, oportunista menoscabo a la religión católica. Pero el caso es
que, ante la desaparición de lo tradicional, acabamos cayendo en el influjo de
la Pedroche, acompañada del siempre impecable Chicote.
Y qué quieren que les diga, aún como que casi no me he
repuesto de la impresión que me produjo la visión del vestido que este año nos
ha traído la intrépida comunicadora. Una especie de miriñaque que,
pasmosamente, en nada recuerda a las meninas pero que, al mismo tiempo, parece
haber supuesto un parteaguas en los asuntos de la moda. Ye lo que hay, o eso
parece.
La historia podía haberse acabado ahí, en una nueva actuación
de la susodicha, sobre la que, como en los últimos años, se hablaría durante un
tiempo, pero este año la cuestión parecía diferente. El vestido miriñaque
guardaba un enigma, más allá de lo poco favorecedor que a mí me parecía el
artilugio disfrazado de vestimenta. Un secreto en la materia prima de la que
estaba fabricado, y es que, según la propia artista, el adminiculo que daba
sentido y personalidad a su indumentaria, ese miriñaque postglobalización, había sido confeccionado con su leche
materna, tras el necesario proceso industrial.
El caso es que, superados los fastos navideños y sus
espectáculos, toca pensar en el año que tenemos por delante; doce meses que no
pronostican que nuestra nación vaya a avanzar hacia un futuro más brillante,
pero que, en cualquier caso, habrá que vivirlos como buenamente se pueda.
Para mí el escenario no se presenta halagüeño; una visión
terrorífica me persigue desde el mismo momento de la entrada en el nuevo año, y
es que, para mi desgracia, y con la fuerza del igualitarismo de géneros que a
todos alcanza en España, me vino, casi inmediatamente, la imagen de Chicote con
un suspensorio cristalino al lado de la Pedroche, y confieso que ese punto fui
capaz de superarlo, pero, poco después, me puse a pensar en la posibilidad de
que tal braguero fuese, como el miriñaque de la Pedroche, confeccionado con la
leche del famoso cocinero, y eso, señores, me supera totalmente.
Desde entonces vivo en un estado de desasosiego permanente y
sólo el sentido común, que me dice que el hombre de las pesadillas no se
prestará a la maniobra, me ayuda a conllevar esta penosa situación anímica que
estoy seguro que ustedes comprenden ¿No?
Raúl Suevos
A 5 de enero de 2025
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