El aprendiz
Ya llovió mucho desde entonces,
cuando Donald Trump era un aprendiz; tampoco lo era cuando, al frente de un
programa de tele-realidad, multiplicó la enorme notoriedad que ya tenía como
para catapultarle a la presidencia de su país, el que dirige al mundo. Pero con este aprendiz me refiero a
la película que aún se puede disfrutar en algunas plataformas y que, con un
guión a prueba de demandas judiciales, nos cuenta los primeros años del césar
que nos regirá en los próximos cuatro años, de forma imperial, no lo duden. Ye lo que hay.
Un ególatra manifiesto, sin
escrúpulos, algo que el Tribunal supremo yanqui ha reforzado con sus sentencias;
machista hasta el delito, con condenas en firme; dependiente de los
sicofármacos en el periodo retratado; y con otras características que recuerdan
en lo zafio a nuestro Jesús Gil y Gil, y sin el encanto del italianísimo Silvio
Berlusconi, aunque, como ellos, con cuentas arrastradas con la justicia en
relación a sus negocios. Todos ellos constructores, curioso.
Pero la característica que también lo
define es la de formidable negociador, con rasgos propios aprendidos de su
mentor de juventud, un abogado neoyorkino sin conciencia ni reparos para lograr
sus fines. Con la posición de fuerza como base para iniciar cualquier trato, y
la amenaza si necesario fuera para apuntalarla. Y eso es lo que hace estos días
en relación a sus futuras relaciones internacionales, antes ya de jurar el
cargo en Washington.
Sus últimas intimidaciones, Canadá,
Groenlandia, Méjico o el Canal de Panamá, desde mi punto de vista, entran en ese
marco, posicionarse en una futura y casi inmediata negociación que, no lo duden
ustedes, tendrá resultados positivos para los EEUU, y que, además, tiene lógica
en el marco de la batalla, por ahora sólo económica, que ya está
desarrollándose con China.
Groenlandia, con sólo 57.000 habitantes,
es la llave de la futura y formidable Ruta del norte, una vía navegable que el
cambio climático está a punto de abrir, y además atesora inmensas riquezas en
minerales y tierras raras. Dinamarca y Europa negociarán, como también lo hará
Panamá, cuya existencia, a costa del robo a Colombia, le debe a los EEUU, que
cuentan, además, con Guantánamo para controlar los flujos de la estructura.
Canadá, en la actualidad en tiempos de débil economía, se avendrá, como Méjico,
aunque no cambie el nombre del Golfo, y pese a las soflamas de su nacionalista
presidencia, que aceptará endurecer la frontera en los términos que marque
Trump.
Me falta, nos falta, Ucrania; las
butades hasta ahora oídas no se corresponden con la doctrina trumpista, y
preveo, espero, un cambio radical para aprovechar el momento y “someter o
reconducir” a Rusia. Salvo que quiera usarla como moneda de cambio, aunque su "trato" en Afganistán no tranquiliza, veremos .
Raúl Suevos
A 10 de enero de 2025
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