Europa ¿Y ahora qué?

 

Antes de Donald Trump ya tuvieron los Estados Unidos candidatos de exacerbado populismo. A finales del siglo XIX hasta un partido populista llegó a competir, aunque el último que se presentó como tal fue George Wallace, allá por los finales de los sesenta del pasado siglo. Siempre ha tenido un enorme tirón el populismo, no lo ha inventado el señor Trump.

En el pasado la etiqueta populista era bastante neutra, aunque en los últimos tiempos el asunto ha ido tomando otros derroteros y en la actualidad se asocia el concepto no como una ideología sino como una forma de hacer política que se caracterizaría por el intento de atraerse a los posibles votantes mediante las ofertas de soluciones simples y poco fundamentadas a problemas de gran complejidad y muy difícil solución, todo ello sazonado con un lenguaje fuerte y directo, a la vez que insultante para el adversario. Una descripción que se adapta como un guante al presidente electo de los Estados Unidos.

A lo largo de casi todo el siglo XX no era posible que un candidato de este tenor hubiese llegado al cartel electoral puesto que ambos partidos contaban con un comité de sabios o patrones que tenía la última palabra en la composición del ticket, pero, considerado poco democrático, este sistema fue abolido, abriendo el paso a candidatos como Trump.

Ahora nos encontramos, por el pasillo abierto por el wokismo, con Calígula llegando al poder, sin caballo, aunque vaya usted a saber, y con una lista de venganza pendiente, que a más de uno le estará quitando el sueño allí. Su política declarada es aislacionista y proteccionista, algo que está en su derecho, pero que tendrá repercusiones en todo el mundo. También en Europa. Algo para lo que conviene que nuestros dirigentes, nacionales y europeos, se vayan preparando.

Es previsible que con él en Washington las tendencias anti-inmigratorias se vean reforzadas a lo largo y ancho del continente, también tendremos que contar, como en su primer mandato, con batallas arancelarias, y aquí, el reciente amor de nuestro presidente por lo chino no creo que nos posicione favorablemente; pero es en el campo de la Defensa donde podemos esperar mayores movimientos.

El aislacionismo trumpista pondrá de nuevo en solfa, posiblemente, el Tratado Atlántico, presionando y animando, quizás insospechadamente, para que Europa, por fin, se decida a construir una autentica defensa europea; en un momento en el que la agresividad y falta de escrúpulos de la Rusia de Putin se manifiesta desde hace ya más de dos años en Ucrania; a la que seguirán los Estados Bálticos, y después Polonia, si no se la detiene ahora. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 6 de noviembre de 2024

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot. com

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