Mensajes
Llevo toda mi vida, al menos tanto como recuerdo, pasando la Nochebuena con una misma liturgia. El rito se inicia con el discurso del Jefe del estado, y utilizo esta expresión porque en mi infancia, la de una casa modesta asturiana, aún era el Caudillo quien entraba en nuestro hogar. Al principio lo hacía a través de la radio, después en una televisión en blanco y negro que había costado probablemente un sueldo, o quizás más, de mi padre. Siempre era igual, no nos sentábamos a la mesa hasta la finalización del discurso, algo que, a mi hermano y a mí, nos inquietaba, pues apenas prestábamos atención a Franco y sí a mi madre que aquella noche se esmeraba especialmente. Después vinieron los discursos del rey Juan Carlos, y en estos últimos años los de su hijo, el rey Felipe. Podría presumir, pues, de ser un experto en discursos navideños, y algo de cierto hay en ello. Los de Franco, aunque yo los oyese como en sordina, por la edad, es presumible que salían de su propia voluntad, puest