Cruzando Bilbao

 

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Primero los estudios y después el trabajo me obligaron a salir de Asturias. Son ya casi cincuenta años entrando y saliendo de la región, en ocasiones hacia Madrid y las más de las veces hacia Navarra primero, después camino de Cataluña, y finalmente con destino en Aragón. Siempre cruzando Bilbao.

Durante algunos años el viaje por carretera era un pequeño suplicio. Por aquel entonces la carretera nacional discurría no sólo por el centro de la capital vasca, sino también por una serie de pequeñas poblaciones incapaces de asumir aquel tremendo tráfico con la única ayuda de unos cuantos semáforos. La impaciencia de los niños en el asiento de atrás, sin el consuelo de las modernas consolas de juegos, podían convertir la experiencia en un suplicio medieval. Eran otros tiempos.

Pasados algunos años la travesía de la gran ciudad se hizo más llevadera gracias a la autovía que la atravesaba, aunque el enorme tráfico hacia que los atascos fuesen numerosos y también los accidentes. La propia ciudad se encontraba en un tremendo proceso de transformación urbana que, de la mano del Guggenheim, la convertiría, junto a San Sebastián, en una meta turística a nivel mundial.

El siguiente paso en la mejora del viaje vino de la mano de una simple medida de tráfico; lo que llaman pacificación, es decir, la limitación de velocidad a 80 km/algo que siempre ha dado muy buenos resultados en todas las ciudades donde se ha implementado. Para aquel tiempo el viaje se había recortado en casi un 40%; no cabía pedir más.

Hace quizás cuatro años nos encontramos con unos magníficos túneles que eliminaban el paso por Bilbao. Unos túneles impresionantes, puede que tan largos como el Negrón, con tres carriles y estupenda iluminación, y un precio mucho más asequible que nuestra salida a la Meseta; 1.39 euros. Unos túneles casi siempre vacios, pese a que la señalización se haya modificado para que los ajenos al vecindario vayan, inadvertidamente, hacia ellos. Una obra y un gasto que, visto su uso, no parece tener mucho sentido.

Viene todo esto a cuento porque hoy leo que el nuevo acuerdo de financiación autonómico se apoyará fundamentalmente en la población, algo que no favorecerá a la España vaciada y tampoco a Asturias, que pretendía que se tuviesen en cuenta también parámetros como el envejecimiento, la dispersión y, por qué no, la compartimentación orográfica. Será la población, las grandes capitales.

Esto quizás reafirme a los que valoran las lenguas tradicionales, en nuestro caso la llingua, como un factor de apalancamiento frente al gobierno del estado, aunque se engañan en el caso vasco. Es el Concierto, el Cupo, o mejor su ajuste periódico con el gobierno de España, como en el caso navarro, la verdadera herramienta política que construye túneles innecesarios, la misma que seguirá siendo utilizada para que ambas regiones cuenten con más y mejores servicios que el resto de España, especialmente si sus votos son necesarios en Madrid. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 4 de diciembre de 2021

Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com


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