No fue un día cualquiera

En Ucrania, país actualmente arrasado por la guerra y cuyas vicisitudes sigo cotidianamente, conocen el nombre de muchos de sus héroes, a los que agasajan de formas múltiples, algunas de ellas, desgraciadamente, de forma póstuma. En el resto del mundo occidental, y también en ese país, lo habitual es glosar y celebrar las hazañas de los héroes deportivos, como a nosotros nos sucede con Jon Rahm y antes con Ballesteros. Cuando el deporte que practican no es de los que arrastran masas, como en el caso de la natación artística, en el que una muchacha ha vuelto a casa con un saco de medallas tras el mundial del ramo, los festejos son de menor duración y exaltación. Ye lo que hay. Y con la gente del común, o la gente corriente, si ustedes prefieren ¿qué pasa? Pues normalmente nada, ahí se queda, en el recuerdo del protagonista de la supuesta hazaña, y si acaso, si los hubiera, de los acompañantes. Y ahí es donde llega mi personal rebelión, ya que hoy, en el campo de golf municipal...