¿De qué color es el balón de oro?
Estábamos en la primavera de 1996 y acompañado de dos compañeros iba camino de Dubronik, la famosa ciudad croata de la Costa dálmata. Allí nos esperaba una reunión, que se esperaba difícil, con el coronel croata jefe de aquella zona militar en la que buscábamos tener acceso a la línea donde desplegaba su artillería. El asunto empezó mal, nos habíamos olvidado en nuestra base el modesto obsequio pensado para romper el hielo, y el tipo, un gigante de casi dos metros y, según dijo, 32 años de edad, no ponía buena cara, pero aún así nos invitó a comer con él en su cuartel general. Allí la mesa estaba dispuesta frente al televisor pues en minutos empezaba la final de Copa croata, entre el estrella de Zagreb, escuadra del Ejército, y otro equipo que no recuerdo. Mis escasos conocimientos futbolísticos me llegaban para percatarme de que aquel psicópata, ascendido repetidamente por méritos sangrientos según nos contó, era forofo del Real Madrid, como uno de mis acompañantes, lo que nos