La potencia de una imagen

 

No hace mucho que pasó a mejor vida Josep Piqué, una gran empresario y dicen que mejor persona quienes le conocieron, que también se desempeñó como ministro en varias ocasiones, con especial mención a su periodo como ministro de Exteriores, lo que le llevó en el verano del 2001 a recibir al presidente de los Estados Unidos a pie de avión, el famoso Force One, en el aeropuerto de Barajas. Allí, junto a la escalerilla, le otorgó profundas y repetidas inclinaciones de cabeza al mandatario yanqui, con quien el presidente de gobierno de entonces mantenía estrechas relaciones.

Las imágenes pronto se convirtieron en pasto de chistes y comentarios ácidos, creo que la moda de los memes aún no se había extendido, para su alivio, algo que, por otra parte, es de esperar viniendo de los adversarios políticos, siempre atentos a sacar punta a los más pequeños detalles. Ye lo que hay.

El lance, que fue base para acusar a Piqué de servilismo, oscureció durante mucho tiempo la imagen del hombre público, cuya trayectoria fue manifiestamente brillante, se ha reproducido en mi memoria cuando he visto a Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, ayer en Kazán, una antigua ciudad rusa donde se reunían los miembros de un grupo, los BRICS, que pretende hacer frente político a Occidente, inclinarse ostensiblemente al saludar a Vladimir Putin, el hombre que ordenó invadir a su vecina Ucrania sin que existiese provocación previa, y que por ello se encuentra en busca y captura por la Corte Internacional de Justicia, organismo dependiente de las NNUU. Difícil de entender.  

En Ucrania, como no podía ser de otra manera, la presencia en Kazán, más allá del cabezazo posterior, ha sentado muy mal, añadiendo un punto más de confusión a la posición poco convincente que Guterres mantiene respecto al conflicto, tan poco clara como su reacción después del ataque terrorista de Hamas, y es para pensar que, quizás, y pese a su eficaz y elogiada labor durante los años que dirigió el ACNUR, el puesto de Secretario General le viene grande en demasía.

Putin, jefe de un estado con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, ha infligido, con la invasión de Ucrania, el mayor golpe de los últimos años al prestigio, ya maltrecho, de la mayor y principal organización de seguridad con que cuenta el mundo, y lo menos que puede y debe hacer, quien ostenta la mayor representación de la misma, es mantener una prudente distancia con el heredero de Stalin, un demonio por el que el interesado ha manifestado su admiración.  

Su gesto no servirá para aumentar la seguridad de los hospitales, escuelas y zonas residenciales ucranianas, bajo constante bombardeo de Putin.

Raúl Suevos

A 25 de octubre de 2024

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com

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