En el solar zaragozano
Escuchaba hace unos días en una entrevista radiofónica a Kiko Arregui, eminencia de las terapias reparadoras en congelaciones, manifestarse sobre Zaragoza como el lugar donde más frío había pasado, para pasmo de la entrevistadora puesto que, en su pasado, figuran expediciones al Polo Norte y al Everest como miembro del Grupo Militar de Montaña. Decía Arreguí que al Polo se va preparado con un equipamiento especial, mientras que en Zaragoza se sale relajado y, a media mañana, el Moncayo, ese viento que antes de llegar al nevado monte se llama Cierzo, ataca de improviso dejando al peatón desprevenido a merced de los mordiscos del gélido aliento del Norte. Ye lo que hay. Hoy soplaba el Moncayo en Zaragoza; mañana dicen que más. No había paseantes por los bulevares, sólo caminantes apresurados, en volandas unos, y otros encorvados contra el empuje soplador, según la dirección. Y a mi me vino la imagen de la Princesa de Asturies; quién sabe si de instrucción por los campos abierto