Si Goya levantase la cabeza
Pasa don Francisco por ser nuestro artista más grande y
universal. El solo conjuro de su nombre sirve para apuntalar cualquier
actividad que se plantee, especialmente si ésta está relacionada con el arte,
como sucede con la conocida como Gala de los Goya, o Fiesta del cine para otros.
Una fiesta salida del magín de González-Sinde, el padre de aquella efímera
ministra de cultura, y entonces, 1986, presidente de la Academia española del
cine. Una gran idea.
De entonces para acá, esa supuesta fiesta ha ido perdiendo
lustre, casi en igual medida que iba ganando carga política. Y es que, no se
sabe muy bien por qué, o se sabe demasiado, nuestros actores, en su mayoría,
han ido desplegándose como promotores de un determinado sentir político, y ello
se fue manifestando anualmente con todo tipo de mensajes en esa gala anual que,
en esta ocasión, acaba de tener lugar en Valladolid.
Podrá pensarse que en España todo el mundo es libre de expresar
sus opiniones, y no parece haber duda al respecto, pero también convendrán
conmigo que los adultos deben meditar sobre las consecuencias de sus actos, y
si un grupo social se dedica a manifestarse en un determinado sentido corre el
riesgo de granjearse la animadversión de aquellas personas que, pese a no
expresar públicamente su opinión más que en elecciones, tienen un sentimiento
diferente u opuesto al que ellos suelen publicitar en su gala anual. Ye lo que
hay.
El cine español pierde espectadores, pese a lo que diga el ineludible Almodovar.
Es una constante a la que sólo sirve como paliativo la aparición de las
plataformas televisivas como productoras de películas y series, de lo que la
gran vencedora de este año y NEFLIX son un ejemplo, y yo no sé si ello se debe al rechazo
ideológico del público, al poco atractivo de las propuestas, de las que sólo
parecen salvarse las del género comedia, o simplemente a la comodidad del salón
de casa, pero deberían hacérselo mirar.
Este año fueron 190 los millones de euros recibidos en subvenciones,
y sólo la mitad lo recaudado, con Campeonex y Ocho apellidos marroquís a la
cabeza. Y muchos hacen cuentas sobre lo que costaría implementar la ley
aparcada en el Congreso para la atención a los enfermos de ELA, unos 300
millones, porque las comparaciones son odiosas, pero forzosas cuando una de las
partes, el cine, se empeña en darnos la barrila anualmente, cada vez con menos
gracia y más tedio.
No llegaron a dos millones y medio los telespectadores. Creo
que la peor audiencia de la serie, o cerca. Muy lejos de lo que diariamente
alcanza el programa del denostado, por algunos, Motos. Preocupante.
Raúl Suevos
A 12 de febrero de 2024
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