Mensaje navideño
No sé por dónde empezar. ¿Quizás por las puertas de mis vecinos que hacen parecer desnuda y descarnada la de mi casa? Uno ha colocado unas enormes tiras con lazo que hacen parecer la suya como un paquete de regalo enorme, como anunciando una especie de centro comercial tras ella misma, o algo así. Los otros dos cuelgan adornos de árbol navideño, con pinta de haber llegado a precio módico desde la laboriosa China de Xi Jinping, con la salvedad de que proponen un muy yanqui Merry Christmas. Casi que me quedo con mi desolada puerta, la misma que no se abre cuando los pocos y bullangueros niños de la comunidad vienen a pedir caramelos con ocasión de esa fiesta importada del Halloween. No me gustan las importaciones culturales populares, y menos las yanquis. Ye lo que hay. A mí me gustaba la Navidad de mi infancia. Que no era pobre de solemnidad pero si parca en bienes y regalos. Traía, en cambio, al menos en mi barrio popular de La Calzada gijonesa, un montón de vivencias, mucho má...