Y no estaba flaca
El último partido de futbol que seguí por televisión fue el de la Final del mundial de Sudáfrica; y ello porque me pilló a traición, invitado a verlo en el Melía Cohíba de La Habana, donde me encontraba por trabajo y sin posibilidad de escurrir el bulto. Me pareció, como siempre, larguísimo, y fui incapaz de saltar con el gol de Iniesta. Ye lo que hay. Dicho lo anterior, he de señalar que algo entiendo del asunto, porque pese a que me aburre, soy consciente de que, para los varones españoles de mi generación, era imposible participar en una conversación grupal sin conocimientos de futbol, adquiridos, y los innatos, sobre mujerío. Algo que hoy sigue siendo fundamental en nuestra cultura, con la salvedad de que la segunda parte se limita, dadas las posibles connotaciones penales, a círculos muy estrechos. Por ello soy consciente de que los asuntos de la Federación española de futbol, desde los tiempos del inefable Porta, que tantas horas de programación le dio al Butanito, José M