¡ De aquí no se mueve ni dios¡
El tiempo corre inexorable, y el calendario canta que ya han pasado treinta años de la Masacre de Sbrenica, quizás la más atroz de las muchas que se perpetraron en la guerra de Bosnia. Más de ocho mil varones bosníacos fusilados inmisericordemente por las fuerzas serbias del general Ratko Mladic, un psicópata con mando que hoy se pudre en la cárcel de La Haya tras su condena a cadena perpetua.
Nosotros, los de la Agrupación española de tropas de montaña, llegamos un par de meses más tarde al país, cuando empezaban a filtrarse las noticias de la matanza, algo que no convenía a los serbios, ni tampoco a Naciones Unidas, teórico responsable de la seguridad de aquella bolsa que había encomendado a una exigua fuerza de cascos azules holandeses. Pero ocho mil muertos son muchos muertos para esconder.
Los holandeses, expertos en ocupar puestos en la OTAN y en el DPKO, el departamento de misiones de paz de la ONU, son unos militares sui-generis, como lo es su país, siempre a la cabeza en los avances sociales más extremos, que se suponen vienen de la mano del progreso de la sociedad, aunque para algunos el asunto no acabe de estar claro. El caso es que, en lo militar, son dados al chalaneo, al menos en Sbrenica lo fueron, y tras tragar saliva y unos vasos de rakia con el verdugo, salieron pitando. El asunto supuso la dimisión del gobierno en pleno en Ámsterdam. Eso sucedió cuando los gobiernos aún tenían vergüenza.
Un par de años antes, en Konjic, rio Neretva arriba, y comienzo del puerto de montaña que daba acceso a la entonces asediada Sarajevo, un teniente de la Legión, con treinta de los suyos se vio metido en un fregado inesperado, con doscientos croatas, soldados, mujeres y niños, perseguidos por un fuerte contingente de paramilitares musulmanes, con fama de sanguinarios y que exigían su entrega, una vez que los primeros se acogieron a su bandera, tras entregar las armas.
El teniente, Monterde de apellido, parecía tenerlo más claro que sus propios mandos, con los que mantenía enlace radio, y tras ordenar cargar y apuntar las armas a los suyos y decirles : "De aquí no se mueve ni dios", les explicó a los islamistas que si atacaban lo harían contra las fuerzas internacionales, con lo que eso suponía –la verdad que entonces no mucho- y tras doce horas de tensión los barbudos se replegaron hacia su zona de acción.
Los soldados españoles, esos que la ministra Robles ofrece a la OTAN a cambio de un 2,1 % de PIB, “sólo no sufren que les hablen alto”, Calderón dixit, y a mí, ya que en este aniversario no se puede homenajear a aquellos orangistas, el cuerpo me pedía hacerlo con Monterde y sus legías.
Raúl Suevos
A 12 de julio de 2025
Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.
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