De los Montes de Toledo a los Galaicos
Son ambos macizos, o sistemas montañosos, de menor
importancia. Nada que ver con el Pirineo, o la Penibética, ni siquiera con los
aragoneses Montes Universales, ni que decir tiene con los exuberantes Picos de
Europa. Pero, pese a su humildad son capaces de marcar el carácter de las
tierras a las que dan paso, o cierran, según las circunstancias.
Los Montes de Toledo, familiares para mí desde el paso por la
Academia de Infantería, que los tenía como terreno habitual de ejercicios y
maniobras, son apenas una protuberancia en la inmensidad de las planicies de
Castilla, un escalón último antes de entrar en la cervantina Mancha, y es
posible, en mi opinión, que sean suficiente para imprimir el sello personal a
sus gentes, duras y sufridas como la jara que alfombra esos montes, hogar de
monterías memorables.
Los Montes Galaícos tienen otro sentir. Más pausados, vienen
como continuación de los Ancares, broche que aúna la tierras asturianas,
leonesas y gallegas. Montes viejos, graníticos, pero suavizados por el paso del
tiempo, nada que ver con las jóvenes calizas del Urriellu y sus hermanos
astures. Son humildes y soberbios a la vez, como personajes a la vuelta de
todo, como los propios gallegos.
Estamos en plena digestión de los resultados de las
elecciones gallegas, y, antes de que llegue el estudio pormenorizado de los
sociólogos, a los analistas de lo político les ha faltado tiempo para encontrar
explicaciones a lo sucedido, con especial atención al tremendo batacazo sufrido
por el partido del doctor Sánchez; algo que, en su mayoría, achacan al desgaste
promovido por el proyecto de amnistía, y a los meritos de los nacionalistas,
con escasa atención al trabajo del gobierno gallego en ejercicio, para la
mayoría.
A mí, que no me presiona ni la ideología ni la nómina, me
queda tiempo para buscar otras explicaciones a esta victoria popular, algo
mayor de lo que las encuestas auguraban, y encuentro la motivación principal
en los Montes de Toledo, tomando a estos como referente geográfico de lo que
hoy es Castilla-La Mancha, personificada en su presidente García Page,
claramente distanciado de las políticas de su secretario general, y quien, en
las últimas elecciones, impidió que por allí apareciese, tanto si lo hacía en
coche como en falcón. Una decisión, que visto los resultados, parece que fue
acertada.
En Galicia, los socialistas todo lo apostaron a la política
nacional, con múltiples intervenciones del presidente del gobierno, y algunas
más del ínclito Zapatero, el del talante, el de la Alianza de civilizaciones,
el de Maduro. Una combinación que los gallegos no ha apreciado, y que deja
temblando a las organizaciones territoriales socialistas para el futuro
próximo. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 19 de febrero de 2024
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