Concierto privado de Serrat

 

No todo el mundo puede presumir de asistir a un concierto privado de Joan Manuel Serrat, y, en mi caso, hace tanto tiempo que ya casi lo tenía olvidado pues ocurrió al principio del año 1996, en Medjugore, en Bosnia.

Como suele ocurrir en estos casos, todo fue fruto de una casualidad, el hoy premiado con el Princesa de Asturias viajaba hacia Sarajevo con la intención de dar un concierto en nombre de una organización no gubernamental española pero las condiciones meteorológicas, que en los Balcanes en invierno suelen ser muy radicales, decidieron que no era oportuno y soltaron un diluvio que, si no universal, si fue lo suficientemente copioso como para desbordar en varios puntos el rio Neretva, y cortar la carretera que sube hacia la capital bosníaca.

El caso es que, faltos de otra solución, vinieron a recogerse con nosotros, el personal de la Brigada de Montaña “Aragón”, que formábamos en aquel momento la fuerza española desplegada en aquella tierra, primero como cascos azules y ya entonces bajo la bandera de la OTAN. En nuestra base el oficial de prensa era también el encargado de las relaciones públicas, y a él le tocó “lidiar” con aquella papeleta durante los tres días en los que nos acompañó, mostrándole cuál era nuestro cometido y acercándole al problema general de los Balcanes, pero, la última noche, no sé si por su iniciativa o por sugerencia de aquel oficial, acudió a acompañarnos en la tasca de mala muerte que una mujer croata mantenía a las puertas de la base.

Algunos de los parroquianos estábamos sobre aviso, no era una certeza sólo una posibilidad, pero en cuanto le vimos entrar sujetando una guitarra comprendimos que íbamos a ser obsequiados con algo verdaderamente insólito, un concierto personal y privado de Joan Manuel Serrat. Y fue memorable.

Atendió todas las peticiones, empezando por La Saeta que a todos emocionó, y también la petición de un joven teniente enamorado que le sugirió las “Paraules de amor”. Contentó a casi todo el mundo, y de su iniciativa nos regaló un “Fulles mortes” que dijo compusiera durante su servicio militar en Jaca, influenciado por las imágenes otoñales de la ciudad.

La parte final del concierto fue un poco como homenaje al origen aragonés de la fuerza militar, pero también, según nos dijo, al de su madre, natural del pueblo zaragozano de Belchite, escenario de una terrible batalla durante nuestra Guerra Incivil, y consistió en un repertorio de las conocidas como Jotas de picadillo, o guarras, también se podría decir, que a todos nos dejó boquiabiertos.

Tras ello se despidió de nosotros, al día siguiente, con la carretera abierta, se iría a Sarajevo, y yo me alegro hoy de recordarlo, y también de su premio.

Raúl Suevos

A 23 de octubre de 2024

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com

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