La Cartilla
“Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que ve a su hijo arrastrado por corriente de las aguas, lo crea salvado; y, por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos.”
Es lo que señalaba el artículo 6 de la vieja Cartilla del Guardia Civil, redactada personalmente por el fundador del Cuerpo, el Duque de Ahumada, y que sigue manteniendo la vigencia y el espíritu hoy en día por encima de todos los avances técnicos que los tiempos modernos ponen a su disposición, y con independencia de la evolución de la propia sociedad española, a cuyo servicio se creó la institución.
Viene esto a cuento, una vez más, de la tragedia que estos días sufre el sureste español a cuenta de una terrible gota fría, de dimensiones y virulencia inéditas y que dejó temporalmente a las zonas afectadas huérfanas de la acción de las instituciones del estado, salvo una, la de siempre.
El despliegue capilar de la Guardia Civil, cada vez más tenue desgraciadamente, hace que sus hombres y mujeres, aunque con medios precarios, sean siempre los primeros en llegar o acudir en auxilio de los que padecen alguno de esos avatares que señala el artículo 6 de la vieja cartilla, aunque sea, en muchos casos, al coste de la integridad física, de la propia vida; y estas acciones, siempre evidentes en caso de catástrofe, se hacen cada vez más difíciles para el Cuerpo.
Se hace complicado acudir en auxilio del afligido por una simple razón, porque el despliegue del Cuerpo, en los últimos años, ha privilegiado, supongo que siguiendo las consignas políticas, el esfuerzo en ciudades y en nuevas competencias, descuidando lo que había sido la razón de ser de su nacimiento, el medio rural. El resultado lo vemos en el día a día.
La catástrofe valenciana, es de esperar, debe servir para introducir mejoras en el funcionamiento de las estructuras del estado, en sus diversos niveles, especialmente en la coordinación entre las distintas administraciones, donde, a la vista de lo sucedido, parece que existen evidentes disfuncionalidades que acaban costando vidas, pero, en el caso de la Guardia Civil, debiera llevar a una reflexión por parte del mando político sobre la oportunidad de dar más importancia al despliegue en esa España rural cada vez más abandonada a su suerte.
Son tiempos complicados, con las redes, sin control, funcionando como agitadores sociales, buscando un nuevo motín de Esquilache, pero la Guardia Civil, como siempre, puede ser balsámica. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 2 de noviembre de 2024
Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com
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