Más allá del Cantábrico

 

Con esta historia del Covid, entrando ya en el tercer año de su recorrido, uno no sabe muy bien a que palo arrimarse. ¿Se han dado cuenta de que el otrora santificado Fernando Simón ha desaparecido de la faz de la Tierra? ¿Y el doctor Sánchez? Es como si estuviese esperando al parte final victorioso para así evitar el papelón que viene haciendo con las sucesivas victorias finales que nos anunció en el pasado. Hoy todo lo dejan, a nivel nacional, a la autómata ministra de dulce acento e invariable ritmo que, por otra parte, una y otra vez se ve sobrepasada o ninguneada por los anuncios de las autonomías que son, por otra parte, las que cuentan con las competencias en la materia. Al final, como viene siendo desde el principio, 17 frentes de batalla contra el enemigo común, el Covid.

A mí, que por profesión estoy muy hecho a obedecer, desde el inicio de la guerra me vino un enorme desasosiego, por aquello de que “orden, seguida de contraorden, el principio del desorden”. Saber de dónde venían los tiros era francamente complicado y la casa propia fue conformándose como el único refugio, no del todo seguro, cada vez que llegaba una oleada de bombardeos en forma de nueva variante y contagios. En la era de la información todo ha sido más complicado, curiosamente, y, en general, casi todo el mundo se ha buscado una forma de hacerse la imagen de lo que sucedía.

En esta última oleada, por el momento, ha sido Sudáfrica el referente inicial, pronto olvidado por las enormes diferencias poblacionales con nuestro país, pero enseguida vino Inglaterra, más similar,  a darnos un avance de lo que nos esperaba y, en mi caso, un positivo de un hijo el día de Año Nuevo nos ha obligado a montar una habitación molokai en casa durante estos días, con test negativo a día de hoy. En Inglaterra llevan ya cuatro días sin subida de casos y en los dos últimos con clara caída. ¿Estaremos nosotros a diez días del ápice?

Raúl Suevos

A 10 de enero de 2022

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