La posguerra
Siempre he pensado que la Crimea que Potemkin entregó a
Catalina la Grande, y el puerto que en Sebastopol construyó para la flota de
Rusia, eran la principal apuesta de Putin en la terrible y sangrienta partida
que comenzó a jugar hace ya un mes largo. Las regiones del este ucraniano
votaron la independencia por un 87% en 1991, pero en Crimea, pese a la euforia
del momento, el voto afirmativo sólo alcanzó el 52%. Y es que la historia tiene
un gran peso, pero la geopolítica aún lo tiene más grande.
Hoy Rusia ya ha hecho saber a los ucranianos que Crimea es
innegociable. Sin ella, conviene no olvidarlo, pierde su histórica salida al
mar Negro y al Mediterráneo, y, al mismo tiempo, el estatus de potencia, pues
la base siria de Tartús no serviría para nada. El regalo de Kruschev a Ucrania,
desde la visión de una indisoluble Unión Soviética, debe volver a Moscú, y
mientras esto no se aclare es muy difícil que la situación llegue a resolverse.
El Dombás, pese a la sangre que ya ha costado, su potencia industrial –hoy arrasada-
y la riqueza mineral, tiene mucha menos importancia.
El problema futuro es cómo sale Putin de este entuerto, y
aquí conviene recordar lo ocurrido a finales de septiembre de 1938 en Múnich,
donde los líderes europeos, con el inglés Chamberlain a la cabeza, aceptaron
como un mal menor, y buscando su apaciguamiento, que Adolf Hitler se anexionase
la checoslovaca región de los Sudetes, una bolsa alemana fruto de las desastrosas
decisiones de Versalles, en cierto modo como la nefasta decisión de Jruschev
con respecto a Crimea. Un año después, envalentonado, invadió el resto de
Checoslovaquia.
Si Putin no sale maltrecho, acorralado, de esta situación, y
teniendo en cuenta el puño de hierro con el que controla su país, será capaz de
rehacerse y hasta conseguir la aprobación y admiración de un pueblo en su
mayoría adoctrinado por los medios de comunicación estatales. Europa, que
posiblemente será la principal pagana de la reconstrucción ucraniana, debe
estar atenta a la posguerra, de forma que las sanciones sigan en vigor durante
largo tiempo, de modo y manera que el pueblo ruso y los oligarcas –soporte de
Putin- perciban la real situación a donde les ha llevado el liderazgo actual.
Si en los últimos años hemos asistido a cambios de fronteras
en Europa; recuérdese la antigua Yugoslavia, desmembrada, y Serbia mutilada en
Kósovo, no parece más dramático el caso de Crimea, históricamente rusa. Todo es
relativamente asumible si se hace dentro de un sistema general democrático,
algo que, en estos momentos, con la autocracia oligárquica y cleptómana que
impera en Rusia, no parece que alcance los parámetros básicos como para plantearse
tal situación.
Mientras tanto, en el día a día, las fuerzas ucranianas
detienen o rechazan a los rusos en casi todos los frentes y todos queremos
pensar que Rusia no podrá sostener el esfuerzo bélico en el tiempo. Veremos.
Raúl Suevos
31 de abril de 2022
Traducción en asturiano en repdiv.blogspot.com
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