La herrumbre cubana
En 2010, cuando llegué a La Habana, comenzaba a hablarse de
reformas económicas en la isla, después llegaría el paripé puesto en marcha por
Raúl Castro, pero en aquel momento los recién llegados queríamos pensar que
aquello era el principio de algo. Algo que, en combinación con el progresivo
deterioro de Fidel, podía ser el inicio del fin del régimen, tal y como lo
viven y sufren los cubanos desde hace más de 60 años. Pero no, aquello sólo era
una más de las tácticas de supervivencia de los Castro, en lo que son maestros.
La realidad, ya entonces, era que los cubanos,
mayoritariamente, no tenían muchas esperanzas, básicamente ninguna, eran ya
muchas las decepciones que el régimen les había dado, y el tiempo siguió
dándoles razón. Las reformas económicas, incluyendo la reforma agraria, no
fueron tales, y la desaparición de Fidel tampoco aportó nada; siguió la
represión con menos dureza en la condenas pero con más palizas y detenciones.
Pasaría el vodevil de Obama, seguido del esperpento de Trump, para llegar al
más de lo mismo de Biden. Ahí estamos.
Este pasado año hubo algo nuevo. Una manifestación espontánea
puso en aprietos al régimen que ha respondido con mayor número de detenciones y
largas condenas que recuerdan los mejores momentos de Fidel, y los cubanos,
pueblo reprimido entre los que sufren represión, han reaccionado moviendo los
pies, y en la frontera sur de los EEUU detuvieron 30.000 de ellos sólo este
marzo. En Cuba hoy sólo se queda el que no puede escapar y los jubilados tienen
que volver a trabajar ante la falta de gente joven.
El presupuesto cubano se nutre de tres elementos principales;
el turismo, la venta de servicios sanitarios –léase sistema de semiesclavitud
de los médicos- y las remesas de los emigrados, el más importante de los tres. Todos
ellos van mal; el turismo no se fía de Cuba y su deplorable sanidad, y mientras
Varadero muestra un desolador vacío en sus hoteles, en la Española, los dominicanos
tienen llenos los suyos. Ye lo que hay.
Las “misiones” de los médicos en el exterior ya no son lo que
eran, menos países los requieren y el valor de los contratos también se reduce,
lo que implica menos ingresos por esa vía, de modo que casi todo acaba cayendo
sobre las espaldas de los emigrantes cubanos ¿O deberíamos llamarlos
refugiados? Ellos son los que nutren el presupuesto cubano, con el dinero que
envían a sus familias y el 20% que directamente se queda el gobierno gracias a
las empresas de pago, controladas todas ellas por el Ejército cubano.
La provincia de Ciego de Ávila se quedó sin trenes por falta
de combustible; Los pañales para bebé no salen de la capital por falta de
transporte; Bolivia dona jeringas a Cuba ante la escasez del producto; en
Matanzas se averió la central eléctrica y no son capaces a arreglarla. Todo
parece desmoronarse en la isla pero nada le importa a su gobierno mientras el
“bloqueo” lo justifique y los progresistas de salón occidentales lo aplaudan.
Raúl Suevos
A 20 de abril de 2022
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