Barbón en el infierno

 

Quizás exagero un poco y sólo se trataba de un purgatorio de duración medida y controlada pero, he de reconocerlo, la imagen que ayer trasmitía el presidente del Principado, mientras actuaba de palmero para uno de los actos electorales de su colega socialista andaluz, llegó a preocuparme seriamente, y eso que para el consumo televisivo suelen hacernos llegar los momentos más interesantes, o vendibles al consumidor electoral, es decir, al supuesto ciudadano.

Deben ir mal las cosas para el partido del gobierno y por eso ayer llevaron como adorno de tribuna a los barones socialistas; aunque no a todos, porque Emiliano Page, autodegradado a monaguillo, se buscó alguna coartada para evitar ser asociado a la debacle que algunos auguran en la cita electoral de la próxima semana y mandó un vídeo, recurso siempre a mano en estos casos.   

Allí estaban en segunda fila los más sureños y avezados al calor, aunque a Chimo Puig pareciera escurrírsele un hilillo de sudor desde el abrigo de su abundante cabellera; a su lado el presidente canario, curtido por los calores del volcán de la Palma parecía encontrarse en su salsa, dada su amplia sonrisa que contrastaba con el hieratismo del extremeño, maestro del tancredismo desde que el doctor Sánchez llegara al poder.  

En primera fila, flanqueando al orador, o esquivando bailadoras, que también las hubo, los presidentes de Asturias y Aragón parecían dos condenados a galeras durante su primer día en el banco. Lambán, convaleciente de un proceso cancerígeno, había errado el hábito, más propio para una misa en El Pilar con su americana oscura, y su frenético abanicarse con el folleto socialista delataba que estaba a un suspiro del golpe de calor. Todo sea por el partido.

El presidente Barbón, al otro lado del aragonés, era el que más piedad inducía. Sus ojos desorbitados me recordaban los del vencedor del certamen de xatos culones de roxa asturiana de los valles, en la Feria de San Antonio de Gijón celebrado el día anterior, aterrado ante el auditorio tumultuoso y aplaudidor del recinto. Barbón, de brazo más fornido que Lambán, abanicaba tan fuerte que doblaba el cartón –que pena no haber regalado abanicos- y su humanidad, que también me retrotraía al día anterior, no parecía en absoluto cómoda embutida en una apretada camisa. Qué pena que su talante socialista le impida seguir la moda que marca el Rey, quien para estas ocasiones elige una cómoda guayabera, lo que sin duda hubiera aliviado al presidente asturiano. Pobrecito.

Es dura la vida del político, en ocasiones hasta peligrosa, como ayer, y encima con el riesgo de que no te lo agradezcan los votantes cuando llegue el momento.

Raúl Suevos

A 13 de junio de 2022

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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