Sonrojo y protestas en el Muro de Gijón
Esta mañana dominical, como casi siempre que tengo visita de
algún amigo de allende el Negrón, me he ido a presumir del Muro de San Lorenzo,
la mejor tarjeta de presentación para cualquier ciudad y orgullo de todos los
gijoneses. Y como en anteriores ocasiones, llegando a la maravillosa expresión
de urbanismo Art decó que es la Escalerona, surgió la embarazosa pregunta: ¿Qué
bandera es esa? Seguida de forma inmediata de la no menos ruborizante ¿Y dónde
está la de España?
Siempre intento una vía de escape apoyándome en el mástil del
Club de regatas, una institución privada, no lo olvidemos, y a veces pruebo a
escaparme del asunto ponderando su maravillosa ubicación, que aún luce más
cuando el nordestín las hace flamear como esta mañana. Pero no siempre cuela y
hoy mi amigo me hizo notar que las dos pilastras que dan entrada a las
escaleras serían un perfecto lugar para sendos mástiles donde pudieran ondear
las banderas de Asturias y Gijón, en lugar subordinado a la de España, como
marca el protocolo vexilológico, con lo que, además, cualquier visitante
deduciría inmediatamente que esa bandera blanca con bordes rojos, en la que
luce Don Pelayo espada en ristre, es la bandera de Gijón. Una pena.
En el muelle, dominio de la autoridad portuaria y de la
Comandancia de marina, lucen las tres espléndidamente, con preeminencia para la
de España por ubicación y dimensiones, lo que es natural, adecuado y
reglamentado en el protocolo del estado; algo, eso de la normativa y los
reglamentos, que nuestros actuales ediles, con su alcaldesa al frente, que ye mui mandona, según dicen muchos
de sus administrados, o con tendencias dictatoriales, para cualquier politólogo
recién licenciado, no parecen tener muy en cuenta a la hora de conducir los
asuntos de la villa de Jovellanos.
Es quizás por lo anterior que, rebasado el Náutico, un griterío
proveniente de la calle Cabrales nos sorprendió, y no se trataba de un tumulto,
ni riña, sino de una manifestación perfectamente encauzada por la policía
municipal en la que unas 250 personas gritaban un claro “Alcaldesa dimisión”,
que supongo basado en sus actuaciones unilaterales y alejadas del consenso en
asuntos como la prohibición de los toros en Gijón, cuya trascendencia pone en
evidencia la visita de la alcaldesa santanderina para invitarnos a la feria de
su ciudad; el desastre judicial en que se ha convertido el asunto del Cascayu, en el que se aprecian tácticas
mafiosas para detener a la agrupación vecinal tras las protestas; o la más
reciente imposición de la pegatina ambiental para circular por Gijón. Tres
muestras de un continuo ordeno y mando que recuerda a otros tiempos. Ye lo que
hay.
Raúl Suevos
En Gijón a 19 de junio de 2022
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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