La bandera del navarrico

 

Está hoy la prensa deportiva exultante con la medalla de oro que el joven atleta navarro ha logrado en los campeonatos europeos de Munich, y no es para menos pues, si dejamos de lado a los nacionalizados Quiñonez y Ortega, tenemos que remontarnos al rubio y bigotudo Javier Moracho, en la lejana década de los ochenta, para llevarnos una primera alegría patria en el asunto de las vallas, prueba que exige una depuradísima técnica y potencia para poder encaramarse al pódium internacional.

El muchacho navarro, de Cizur dicen que es, un pueblecito a un paso de Pamplona convertido hoy en pasto de adosados con una  población diez veces mayor que la que tenía cuando Moracho se arrojaba en plancha para ganar unas milésimas a sus competidores, parece dominar la disciplina a nivel europeo, aunque su apretado final con el campeón saliente no parece una promesa de apabullantes victorias, más bien cabe presagiar subidas de la presión arterial para el espectador aficionado; como yo.

Ayer hubo que esperar a los últimos minutos de la sesión para asistir a la carrera final, con doble presencia española además. Y mereció la pena, aunque, una vez pasada la euforia del momento, me queda una cierta comezón con la forma de lucir la bandera nacional que el muchacho mostró, apretándola en un puñado en su mano de forma que quizás sólo los españoles podíamos percatarnos de lo que aquello era. Tal vez era simplemente el momento inicial pensé, puesto que la escaleta televisiva obligó al corte súbito de la emisión.

Hoy aún me seguía intrigando la cuestión y gracias a google he podido hacer una rápida revisión de las imágenes cargadas en la red en las que, desgraciadamente, sólo pude encontrar una imagen del joven campeón encuadrado por dos banderas, las francesas de sus dos acompañantes en el pódium, ambos de esa nacionalidad y orgullosos de mostrar su enseña nacional. ¿Temor de que en su pueblo lo llamen españolista quizás?

El caso es que, tras el contento de ayer, me he quedado hoy un tanto mohíno ante la duda sobre lo que pasaría por la cabeza del joven campeón, que debiera conocer sobradamente la liturgia de esas gestas deportivas, y aún me duraría el pesar si no fuera porque hoy llegaba al acuartelamiento del Regimiento del Príncipe nª 3, en Asturias, el piragüista Carlos Arévalo luciendo sus dos medallas de oro en el campeonato del mundo de su especialidad, y lo hacía mostrando, orgulloso, su uniforme de soldado de la Infantería Española, con su pequeña bandera en la manga derecha. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 18 de agosto de 2022


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