Terapia en la sidrería
Anda Asturias pendiente de la declaración de la Cultura
sidrera como patrimonio inmaterial de la humanidad, con preocupación para
algunos ante el anunciado retraso de un año en la evaluación de la misma ante
el elevado número de peticiones llegadas ante el organismo. Quién sabe por
dónde saldrá el sol en este asunto que, en cualquier caso, ya ha venido
acompañado de una importante dosis de publicidad gratuita.
En torno al tema, el de la sidra y su reconocimiento mundial,
parece notarse algunas reacciones que, en algunos casos, no parecen contar con
el beneplácito regional, como los intentos carballones por declararse capital
–también- de la sidra, algo que levanta ampollas en Nava y Villaviciosa, pero
que no tiene porque ser apreciada en ninguna parte del Principado, donde, con
mayor o menor razón, todos nos sentimos capital de la sidra. En todo caso, me
da a mí, el asunto parece centrarse exclusivamente en el dorado y apreciado
líquido, y hay otros aspectos no menos importantes, creo.
La mañana del domingo, esplendida en Gijón, daba para un
paseo y baño en San Lorenzo, e invitaba a continuación a tomar una botella de
sidra en una conocida y asentada sidrería junto al Muro, en una calle paralela
a aquella que vio autoinmolarse hace más de medio siglo al “fíu de la Perala”,
con gran conmoción de la entonces tranquila villa de Jovellanos.
En la hora de vermú se acomodan en su larga barra unos
cuantos parroquianos. En un extremo un atento camarero atiende la historia del
usuario sobre las dificultades que supone la crianza de hijos adolescentes,
especialmente cuando son adquiridos en un segundo matrimonio, como era su caso.
A mi izquierda, el otro camarero le remacha a su interlocutor un “ye lo que
hay, tienes qu’entendelo” que sonaba a diván de siquiatra. Más al fondo, varios
veceros discuten acaloradamente sobre el juego del Sporting, pese a haber
ganado fuera de casa, hasta que, el anterior camarero aprovecha el himno de
España que suena en la televisión para exigir silencio, y a modo de larga
cambiada, cerrar la discusión antes de que pueda llegar a mayores. Todo ello
mientras escancia sidra magistralmente a los diferentes clientes.
Son todos varones los que se acomodan a esta hora en esta
barra llena de vida, quizás las respectivas estén preparando la comida, o en la
playa, pero en muchos casos acostumbran a frecuentar la sidrería en horario de
tarde con ellas dando otro ambiente al local, en lo que ahora llaman socializar
y antes alternar. Estamos ante un fenómeno que, con la sidra de soporte
fundamental, va mucho más allá seguramente de lo que la UNESCO llegará a
percibir.
Raúl Suevos
A 5 de septiembre de 2022
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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