Milán en invierno (II)
Con el pancerotto a medio consumir doblamos la esquina para
bajar de nuevo hacia el Duomo, aunque no podemos evitar detenernos en una
tienda fastuosa, de materiales de Ferrari: bolsos, zapatos, cinturones, y redingotes
de cuero; no hay ni llaveros ni imanes de frigorífico, todo parece diseño
exclusivo para propietarios de la “machina del cavallino rampante”, y, por
supuesto, no hay ningún precio a la vista, de modo que, con un gesto de
displicencia, seguimos nuestro camino.
Cien metros más abajo estamos ya en la zona de la Catedral y
se nos ocurre probar a ver si hay posibilidad de tomar un café con la cremina,
una variante del tradicional italiano, en la Rinascente, que se ubica en el
lado derecho de la plaza; quizás la cadena más importante del país y que tiene
en este lugar particular un ejemplar dedicado exclusivamente a las marcas, pero
también una terraza con restaurante en su última planta que ofrece unas vistas
maravillosas sobre la Catedral milanesa.
Subimos por las escaleras mecánicas esforzándonos por
resistir la tentación. Yo mismo estoy a punto de sucumbir cuando diviso en un
lateral de la planta de caballeros la tienda de Hogan, pero pienso en la cuesta
de enero y resisto estoicamente. En la siguiente planta mi mujer sale disparada
hacia una maléfica exposición de ropa de niño y bebé de Versace. Ella está en
pleno estado de buena esperanza abuelil, aunque no exista esta definición, y
nos cuesta arrancarla, para seguir hasta la terraza, donde nos despachan por
tener ya el espacio aparejado para la comida. Otra vez será.
Nos quedan las Galerías de Vittorio Emanuele II, pasaje
impresionante diseñado en 1861, apenas un par de años después de la victoria de
Solferino y la anexión al reino de Sardeña, e imagen milanesa por excelencia
junto al Duomo. No hay posibilidad alguna para los zaragozanos de compararlas
con el Ciclón, que tiene su encanto pero no es lo mismo, tampoco con las
parisinas; sólo las de Umberto I en Nápoles son semejantes por su dimensión y
belleza.
Allí, en las galerías, está la pastelería Marchesi, siempre
con impresionantes colas que hoy, gracias al punzante frío, está a nuestra
disposición para tomarnos unos capuchinos sin siquiera esperar un minuto, con
las mesas altas sobre el cruce de la Galería a nuestra disposición, dominando
el magnífico escudo del toro de los Saboya y el resto de adornos del
impresionante pavimento.
Con el sabor del capuchino aún en boca salimos hacia la plaza
del teatro de la Scala, aunque no podemos evitar detenernos a contemplar una
bellísima novia, modelo, que resiste como puede el frio reinante mientras le
hacen el reportaje.
Seguirá.
Raúl Suevos
A 24 de enero de 2023
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