Ucrania, el choque de civilizaciones
El título de la tribuna evoca un libro de Samuel Huntington,
un cientista político norteamericano, o sociólogo, que ambos, en función del
producto, comparten DNA. Una obra que supuso una conmoción a nivel mundial por
cuanto pronosticaba un mundo en constante tensión y conflicto, particularmente
en las zonas fronterizas de la cultura islámica, a la que otorgaba un afán
universalista y beligerante, y, por lo tanto, generadora de choques con sus
vecinos.
Ni que decir tiene que a don Samuel le partieron la cara,
dialécticamente hablando, en muchos foros internacionales, siendo particularmente
duros los apóstoles de lo políticamente correcto, del buenismo; y eso que
entonces aún no se había desarrollado la filosofía “woke”, también llamada
wokismo. El caso es que, a tamaño desatino hobessiano, pronto le salió una
respuesta que, pásmense ustedes, vino de la mano de nuestra particular lumbrera
política nacional, el señor Zapatero, quien, en asociación con un paladín de la
democracia, entendida a su personal manera, como es el señor Erdogán,
presidente turco que pasará a la historia como enterrador de Kemal Ataturk,
montó –iba a escribir creó pero me pareció excesivo- el tinglado conocido como
Alianza de civilizaciones.
El embeleco apenas ha dado de sí, más allá de unas cuantas
reuniones y viajes a cuenta del presupuesto nacional que han sido cubiertas
puntualmente por la prensa afín, pero poco más. El choque, una y otra vez,
parece superar en cuanto a acciones manifiestas a la alianza, y los terroristas
de Hamás, el pasado 7 de octubre, se encargaron de recordárnoslo
convenientemente. Ye lo que hay.
En Ucrania no parece darse ese choque, o sí. Ambos
contendientes, un invasor y un invadido, son cristianos ortodoxos, pero, si
observamos de cerca, descubrimos que uno, pese a sus carencias y
contradicciones, Ucrania, lleva años luchando por formar parte, como igual, del
club de las democracias occidentales, algo que su recientísimo nombramiento
como aspirante a la adhesión a la UE atestigua; el otro, Rusia, es una democracia
iliberal, adjetivo compasivo en este caso, que mantiene al grueso de su
población, con la excepción de Moscú y San Petersburgo, en un estado de atraso
social que hace que sus soldados, en cuanto tienen oportunidad, roben toda
lavadora o frigorífico que se pone al alcance de sus camiones para hacerlos
llegar a sus casas, en muchos casos sin agua corriente y letrinas en el
exterior de las mismas.
Es el choque de Putin para impedir que sus conciudadanos se
percaten de que en Ucrania, pese a la guerra auspiciada por Moscú desde 2014,
se vive mucho mejor que en Rusia. Algo que acabaría con Putin y la cleptocracia
que lo apoya. Un choque de civilizaciones.
Raúl Suevos
A 18 de diciembre de 2023
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