La madre de Serrat era de Belchite
Hace ya muchos años, en Bosnia, participé en una velada con
el cantante ahora recién jubilado. Entre otras canciones, nos deleitó con un
repertorio espectacular de lo que se conoce como jotas de picadillo, y también
nos contó que su madre era de Belchite, la ciudad aragonesa escenario de una heroica,
para los defensores, batalla de nuestra Guerra incivil.
La vicisitud personal de la madre de Serrat es similar a la
de muchos españoles de su generación. Barcelona era el gran polo de atracción
para jóvenes de toda España, no sólo de Aragón. Allí había puestos de trabajo, muchos,
de todo tipo, y Cataluña era la locomotora económica de España; algo así como
la Baviera de nuestro país; y lo que era más importante, al igual que ocurre en
Alemania, era aceptado por todo el mundo, como si fuese lo natural.
La historia me la ha recordado un reportaje periodístico que
da cuenta de la explosión económica que se está produciendo en el triangulo
formado por Barbastro, Monzón y Binefar, en la provincia de Huesca, donde las
inversiones y la llegada de empresas, especialmente desde Cataluña, y ya sin el
impulso que el Procés significó en el 2017, es enorme.
En Aragón hay menos impuestos autonómicos que en la región
vecina, y los procedimientos administrativos resultan más ágiles y rápidos,
algo que favorece el emprendimiento a todos los niveles. En Zaragoza la
plataforma logística PLAZA crece de forma imparable y el aeropuerto es el
segundo en tráfico de mercancías a nivel nacional. Su nivel de paro es el
tercero menor tras País Vasco y Navarra, regiones que cuentan con conciertos económicos especiales.
Son dos regiones vecinas, similares en muchos aspectos, y con
una riquísima historia conjunta, el reino de Aragón, que han tomado caminos
distintos en las últimas generaciones y que, si se analiza someramente, todo
parece indicar que el elemento diferenciador se encuentra en el virus nacionalista;
un factor que alimenta el egoísmo colectivo y distorsiona la capacidad de análisis
de los individuos.
Cataluña necesita ir al psicoanalista. Parecía que, según
indicaban las encuestas, iba saliendo del bucle melancolico, aquel que señalaba
Juaristi, pero unos resultados electorales enrevesados, tanto que un fugado de
la justicia se ha convertido en factor imprescindible para sostener al actual
gobierno, han convertido a este país en una jaula de locos que nadie en este
momento sabe hacia dónde se dirige.
El señuelo nacionalista, tras el que se esconden los
intereses personales de parte de una clase política indecente, alejan a Cataluña
de esa recuperación. Su alma seguirá quebrada, y mientras tanto sus vecinos,
merecidamente, seguirán creciendo.
La madre de Serrat hoy ya no tendría que emigrar.
Raúl Suevos
A 28 de enero de 2024
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