Estilos isabelinos

 

En nuestro pasado nacional se habla de dos estilos isabelinos, el más reciente pertenece a Isabel II, aquella niña huérfana criada entre los variados intereses políticos de su época, y que acabara sus días en Paris tras ser expulsada por la llamada Revolución gloriosa, si bien fuese más bien una tragicomedia, como casi todo lo nuestro. Su estilo, centrado en lo mobiliario, se considera pretencioso y aparente, sin substancia.

El otro tiene más fuste, como la Isabel I que le da nombre, sin duda una de las más grandes dirigentes de la historia mundial, y abarcaba todas las artes, con principal muestrario en la arquitectura, donde desarrolla, a partir del gótico flamenco, un estilo propio del que aún disfrutamos en los monumentos de España. Un estilo personal que dejó su principal huella en la evangelización de América. Mal que a unos y otros les pese.

En la actualidad también tenemos estilo isabelino. Viene este de la mano, cabría decir que también de la sonrisa, de Isabel Ayuso, dirigente madrileña que cual émula de Juana de Arco se empeña en expulsar a los ingleses –doctor Sánchez- de su sagrado territorio, y ello pese a la actitud pusilánime del rey de Francia –hoy Feijoo y antes Casado-. Es un estilo basado en un gobierno eficaz con el que lidera las cifras positivas de las comunidades autónomas en muchos aspectos, y con el que ha logrado afianzarse y crecer en sus resultados electorales, que a la postre es lo que cuenta, pero también con la utilización de un verbo afilado y en ocasiones hiriente que no deja pasar ni uno de los ataques que recibe de los ingleses; perdón, del doctor Sánchez, o cualquiera de sus esbirros.

Ahora llega al teatro nacional otra Isabel, ésta Perelló de apellido, que viene a dirigir por vez primera en la historia, en su condición de mujer, el Poder Judicial, del que conviene recordar que el Tribunal Constitucional no forma parte. Es algo que no debiera sorprender, pues hace ya muchos años que la mujer es preponderante en los escalafones de la carrera, pero nunca antes se había dado.

Pertenece a la “progresista” asociación de Jueces por la Democracia, que con un exiguo 10% controla la mayoría de los puestos importantes de la magistratura, en detrimento de la “conservadora” Asociación profesional de la Magistratura, que con un 20% se queda lejos de tal poder; no digamos ya los no adscritos, condenados a la insignificancia. Ye lo que hay.

El caso es que ella, Isabel, se ha convertido en la última esperanza, no sólo para las mujeres, a las que ayer dedicó parte de su discurso inaugural, sino para la Justicia, con mayúsculas; aquella que, con ciega ecuanimidad, debe colocar a los otros poderes en su sitio, y a nosotros, los ciudadanos, a salvo de ellos.

Veremos qué estilo trae.

Raúl Suevos

A 6 de septiembre de 2024

Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com

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