Conmoción y pavor
Es un título que impone con su sola pronunciación, y aún más
si se hace en inglés, idioma de sus diseñadores, Ullman y Wade, dos
investigadores/politólogos de la Universidad de la Defensa de los EEUU que la
desarrollaron en 1996. Shock and Awe, la doctrina que, al parecer, fue empleada
por los ejércitos yanquis en Iraq en el 2003.
Como doctrina militar tiene fácil y gráfica explicación; se
trata de empezar golpeando con la máxima dureza, de forma que el enemigo quede
conmocionado e incapacitado para reaccionar con coherencia y eficacia. Podría
pensarse que en aquel conflicto la teoría funcionó bastante bien, dando como resultado
el rápido desmoronamiento del ejército de Saddam Hussein; si bien la gestión
política posterior fue un completo desastre, y el país aún no se ha recuperado
desde entonces. Ye lo que hay.
Sirva este exordio digresivo para encuadrar la soflama –no sé
si como pieza de oratoria merece llamarlo discurso- que ayer nos brindó a
todos, a todo el mundo mundial, el renovado César norteamericano. Un espiche/speech
–neologismo que me permito en homenaje al reciente nombramiento de la sidra asturiana
como patrimonio cultural de la humanidad- que ha debido dejar a muchos
conmocionados y llenos de pavor, y que luego confirmaría con la firma en
distintos lugares de lo que adelantó en esa pavorosa alocución.
Parece claro que el petróleo, y todo lo que ello conlleva,
debería bajar en cuanto los yanquis se pongan a perforar a diestra y siniestra,
algo que a todos nos alegra, también que el vehículo eléctrico entrará, de alguna forma,
en moratoria; el resto, incluyendo lo de la emigración, nos lo tomaremos con
calma, viendo los pobres resultados de su primera presidencia, y lo que es más
importante, la dependencia yanqui del trabajo de los emigrantes.
Más interesante es ver cómo el resto del mundo se pone de
perfil, y calla, esperando a ver hacía dónde apuntan las armas norteamericanas,
las económicas, y esas de fuego que también ha prometido reforzar Donald Trump.
Y es que nadie quiere ser objeto de la ira, o simplemente el interés, del nuevo
César mundial. Ni siquiera Xi Jinping, y mucho menos Vladimir Putin, al que el
nuevo plazo para solucionar lo de Ucrania, seis meses, no le ha debido hacer
gracia, con la economía de su país a punto de implosionar a cuenta de su
desastrosa "Operación Especial".
Lo de ayer fue una actuación, muy bien montada por cierto, y
ahora habrá que ir estudiando los siguientes pasos, y, en lo que nos toca a los
españoles, aceptar que con nuestro gobierno no es que estemos bien posicionados
para asumir la conmoción, no; pero, al menos, no nos asustemos.
Raúl Suevos
A 23 de enero de 2025
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