Il Moro di Venezia
Es el nombre de una conocida ópera de Rossini, pero también
el de un velero maravilloso, vencedor en las regatas de todo el Mediterráneo
durante varios años, cuyo armador y patrón ocasional era Raúl Gardini, un potentado
italiano que había adquirido tal condición mediante el clásico braguetazo y que
había llevado la antigua firma familiar a la cumbre del poder económico de Italia.
Detrás de todo ello estaba un sistema de corrupción política
conocido como Tangentopoli, que alcanzaba a casi todos los partidos políticos y
que supuso la disolución de muchos de ellos. El suicidio de Gardini fue uno más
entre muchos, aunque algunos, como Betino Craxi, el secretario general de los
socialistas y antiguo primer ministro, tomó las de Villadiego, es decir, se
escapó a Hammamet, en Túnez, país que no tenía tratado de extradición con
Italia, y donde murió algunos años después.
El caso Tangentopoli lo desarrollaron un grupo de fiscales
milaneses conocido como Mani Pulite, nombre de la operación, que contaron con
la comprensión de la judicatura, y para lograr la condena de los que no
siguieron la vía de Séneca idearon un nuevo concepto legal, “non poteva non
saperne”, es decir, no podía no saber de ello, que viene significar que dado el
puesto que ocupaba estaba obligado a saber y responder por lo que en su nombre
se hacía.
Estos días, en España, asistimos al sentir opuesto de lo que
se hizo en Italia. Tras ser condenados definitivamente un buen número de cargos
políticos en Andalucía, tras años de corrupción y malversación, con explicitas afirmaciones
por parte del Tribunal Supremo, asistimos a una operación de la clase política para
lograr el indulto del más notorio de ellos, un antiguo ministro socialista y presidente
del gobierno andaluz; al que seguirían posteriormente sus secuaces, con mucha
probabilidad.
La situación, como ciudadano de a pie, me resulta repugnante,
especialmente cuando leo los nombres de los firmantes de una carta de apoyo a
ese indulto, correligionarios y colegas mayormente. Una medida de gracia que nos enviaría al resto de españoles de nuevo a una
sociedad estamental, lejos del estado democrático y de derecho que la
Constitución nos prometía. Una sociedad en la que habrían desaparecido los
guerreros, encargados de la defensa, también los sacerdotes, responsables de la
oración, y en la que seguiríamos los siervos y la clase nobiliaria, aunque en
esta nueva sociedad estos últimos serían sustituidos por la clase política,
auténticos sátrapas del resto del país, al menos en lo que a derechos se
refiere.
No me ha sorprendido la operación carta de apoyo, aunque sí
que me ha dolido ver alguno de los nombres que allí aparecen, ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 18 de septiembre de 2022
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