La banalización del holocausto nuclear
Confieso mi pasmo tras la escucha de varias tertulias de carácter político. Uno, más por edad que por conocimientos, sabe que las noticias son como el pescado que llega a la Rula, cuyo precio no sólo depende de la calidad sino también de la cantidad de la misma especie que ese día arriba para ser vendido. Con las noticias sucede algo parecido y así nos encontramos que los voceros, encargados de ofrecernos el diario producto informativo, buscan la manera de hacérnoslo más atractivo, llamando nuestra atención, que es la forma de comprar la noticia.
Con el velado anuncio del señor Putin de usar el arma nuclear los expertos en todo que nutren las tertulias radiofónicas, supongo que también las televisivas, se han zambullido en el análisis del conflicto nuclear como si fuesen expertos políticos en tratados de desarme para inmediatamente, en el tiempo que cuesta cortar la frase del siguiente interviniente, pasar a convertirse en expertos en ojivas nucleares, o, seguidamente, científicos conocedores del alcance de la lluvia radiactiva tras una explosión nuclear. En el mismo programa se puede asistir a la visión dramática de la “destrucción mutua” y acto seguido a hacer chistes graciosos sobre el mismo concepto. Ye lo que hay.
Es la Rula informativa que obliga a rellenar el tiempo que marca la escaleta del director con productos frescos, y Putin ha puesto lo nuclear de moda, aunque a mí, que me veo asaltado por amigos y conocidos sobre las realidades que se esconden tras el anuncio, y que me veo convertido, pese a no buscarlo, en putinólogo de última hora, me parece que el holocausto nuclear, que siempre está ahí, no será para este invierno, un periodo que sí que supondrá, posiblemente, un referente temporal de máxima importancia en la guerra de Ucrania.
La llamada a la movilización parcial, de operatividad más que dudosa conocidas la eficacia del Ejército ruso y su infraestructura de defensa, es una clara muestra de que Putin busca ganar tiempo. Sabe que todo se jugará no en los campos ucranianos sino en las cancillerías occidentales, especialmente las europeas, las más golpeadas por el precio de la energía y las más sometidas a sus volátiles masas votantes, como veremos este domingo en Italia. Está dispuesto a pagar el precio del descontento interior con tal de llegar a una mesa de negociación auspiciada por la China de Xi, el equilibrista Erdogán, y los más débiles entre los europeos, aunque no deseada por una administración Biden que se ve fortalecida económica y políticamente tras el fiasco de Kabul.
Para Putin, actualmente, lograr quedarse con Crimea en un acuerdo internacional sería algo vendible en casa como un triunfo, tiene gas y petróleo para pagar indemnizaciones de guerra, y controla la comunicación interna. El tiempo y la climatología invernal tienen la palabra.
Raúl Suevos
A 23 de septiembre de 2022
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