Lealtad lingüística
En los entrañables cursos de lengua asturiana de la UABRA, Universidad
asturiana de verano de Cangas de Narcea, en los que participé varios años y hoy
desaparecidos por la infausta llegada del Covid, contábamos con un esplendido elenco
de profesores. Uno de ellos nos predicaba la obligación moral que teníamos,
todos los que allí estábamos, de emplear el asturiano en nuestra vida normal en
el ámbito territorial de Asturias. Un comportamiento al que daba el nombre de
lealtad lingüística.
Está claro que se partía del supuesto de que los que allí
acudíamos éramos fervientes y potenciales apóstoles de la lengua asturiana y
que, por tanto, nuestro corazón se alborozaría con la simple oportunidad de
poder esparcir la nueva de que la Llíngua estaba felizmente de vuelta; y en
parte era cierto, tanto que yo mismo intento ser leal con ella en cuantas
oportunidades tengo.
El caso es que, entrados en el último cuarto de legislatura
autonómica y tras el fracaso de la cooficialidad de la Llingua en la Junta General
del Principado, el asunto lingüístico parece pasado a mejor vida sin, por otra
parte, profundizar en la Ley de Uso. Pero no se equivoquen ustedes, volverá a
aparecer como elemento primordial del futuro de Asturias en cuanto se empiece a
hablar de programas electorales. Es una carta aparentemente inofensiva que
sirve para rellenar papel y debates evitando así entrar en mayores
profundidades, como la natalidad, el envejecimiento, la despoblación rural, el
avance del monte y el lobo, el exilio de nuestros universitarios, etc.
A nivel nacional tampoco se andan mancos, y estos últimos
días pudimos escuchar una nueva perla, de esas que no se saben si son de rio,
de mares tropicales o de majoricas mallorquinas. La Cordialidad lingüística nos
la ha traído el líder de la oposición, en una nueva versión del galleguismo
clásico, aquel que impedía saber a los mortales si el sujeto iba o venía. Un
concepto, este de la cordialidad, que deja todo para pasado mañana, a la espera
de que los peces caigan en la red sin necesidad de mojarse el culo, pero que,
en mi opinión, y dada la creciente tensión lingüística que se observa en
Cataluña y en el País Vasco, sin olvidar la aparentemente tranquila Galicia, y
las nerviosas Baleares y País Valenciano, me llevan a pensar que, si no llega
pronto una explicación clara de lo que hay detrás de esa cordialidad
lingüística, nuestro amigo gallego corre el riesgo de encontrarse con la
malquerencia de algunos, algo que, directamente o con el consejo de aquellos
que buscan peces en el mismo rio, podría traducirse en agujeros en la red que
con tanto acierto, según las encuestas, parece estar tejiendo el señor
Feijoo. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 21 de septiembre de 2022
Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com
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