Camino a Venezuela
Los países iberoamericanos, en su mayoría, han disfrutado poco de sistemas democráticos de gobierno. La semilla autocrática de Bolivar creció bien en aquella tierra fértil y dio lugar a una enorme saga de dictadores que han gobernado a muchas de aquellas naciones hasta hoy mismo.
Es Cuba el caso paradigmático pero Venezuela se lleva el primado en cuanto a menor proporción de gobierno democrático en relación con la existencia del propio estado, y es que allí el cirujano de hierro, otra forma ampulosa de disfrazar al dictador, ha sido casi siempre lo que ha imperado.
A principios del siglo XX, entre 1908 y 1935, “manejó “ el país el general Juan Vicente Gómez, con mano de hierro cabría añadir; y para 1918 Vallenilla Lanz, un reputado intelectual y ministro en su gobierno, público el libro “Cesarismo democrático, estudios sociológicos sobre la constitución de Venezuela”, un pestiño que buscaba apuntalar política y moralmente el gobierno de su patrón. Pese a su esfuerzo la historia no absolvió al dictador pero sí encumbró el término de Cesarismo democrático, que aún perdura y parece que con renovada pujanza.
En la misma Venezuela tenemos el ejemplo de Hugo Chávez, amnistiado tras un intento de golpe de estado -grave error- alcanzó legítimamente la jefatura de la nación a través de elecciones limpias -las últimas en el país- para, a partir de ese momento, iniciar un proceso de control o eliminación del resto de poderes del estado para alcanzar la perfección del llamado socialismo del siglo XXI, también conocido como Chavismo y que ahora con la batuta de su heredero Maduro ha logrado hundir al país a cotas sólo comparables a Cuba o Nicaragua, también ejemplos de Cesarismo democrático.
En todos estos casos hay elecciones, también poder judicial, incluso partidos políticos, pero en todos ellos, en la práctica, es una voluntad unipersonal la que dirige los destinos de la nación puesto que, en el proceso, ha ido anulando al resto de poderes, los Checks and balances, frenos y equilibrios.
Viene todo esto a cuento del proceder de nuestro particular Cesar, que con su permanencia en la Moncloa como único objetivo, ha iniciado un proceso de anulación del resto de poderes, incluyendo el cuarto, la prensa, rematado estos días con la anulación y modificación de los delitos de sedición y malversación que, para beneficio de socios independentistas y secuaces andaluces, lamentablemente, recuerda y alerta sobre el proceso que ha llevado a Venezuela, un país riquísimo y en su momento democrático, al deplorable estado de postración en que hoy se encuentra.
Sólo las elecciones podrán corregir la ruta. Ye lo que hay
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