Técnicas de negociación
Hace ya bastantes años, el tiempo es inmisericorde, el
Ministerio de Defensa contrató la realización de un curso de Comunicación
pública con la facultad de Ciencias de la información de la Universidad
Complutense de Madrid. En él yo era uno de los aplicados alumnos, y en el plan
de estudios existía una materia con el nombre de Técnicas de negociación.
Era un asunto que, de primeras, no parecía muy relacionado
con la finalidad del curso, aunque pronto nos dimos cuenta de su importancia,
tanta que el profesor era el decano de la propia facultad, y, aunque hoy casi
todo se me ha olvidado, una de su clases magistrales me ha vuelto estos días a
la cabeza desde el cajón de los recuerdos.
Decía el viejo profesor que en una negociación, si existe
voluntad de llegar a acuerdos viables, las partes, todas, deben estar
dispuestas a ceder en sus presupuestos iniciales, pues sin esta predisposición
no se puede hablar de negociación y sí, en cambio, de imposición, que es lo que
en muchas ocasiones sucede, si bien la necesidad de mantener las apariencias
hace que nos lo presenten como resultado de la cesión de las partes.
Contaba también el enseñante, y esto lo subrayaba como
axiomático, que cuando una de las partes cedía en todo sin presentar, aparentemente,
ningún tipo de resistencia, era señal inequívoca de que no estaba en sus
intenciones respetar lo pactado. Y aquí es a dónde quería llegar.
Y es que los recientes pactos alcanzados por el secretario
general de los socialistas españoles, el doctor Sánchez, presentan todos ellos,
con indiferencia de quién sea el interlocutor en los distintos contubernios
bilaterales, el común divisor de la entrega total a los requerimientos de la
otra parte. Una cesión casi absoluta, pero siempre con los costes directos y
colaterales, o inesperados, a costa del resto de los españoles.
Y a mí todo ello me lleva a pensar que no hay voluntad de
cumplir con lo pactado, más allá de lo que el tiempo vaya imponiendo en cada
caso; y es que en mayo próximo habrá elecciones en las Provincias vascongadas,
con probable cambio de los actuales equilibrios; la amnistía, según proclama
del propio presidente del tribunal constitucional, sufrirá un íter que no
acabará antes del fin del 24; camino más corto, en todo caso, que el del hipotético
referéndum, que, más allá de la grandilocuencia de algunos, y cómo señala el
cabreo de los CUPistas, ni está ni se le espera.
Los presupuestos para el 2024 están ya aprobados, y eso le da
tiempo para repartir nuevas cartas al tahullero –neologismo de tahúr y fullero-
que actualmente nos gobierna. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 12 de noviembre de 2023
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