Un rey, un reino, una nación
Relato novelado sobre los inicios del reino de Asturias
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UN REY, UN REINO, UNA NACIÓN
La primavera está entrada en el norte de la península, el solar de los astures, en el oriente, en la zona que ellos llaman las Primorias, en una de las angosturas que nacen y bajan de los grandes picos nevados acaba de tener lugar una de las jornadas más sangrientas desde los tiempos en que el emperador Augusto dirigiera las legiones romanas para la conquista del territorio. Un caudillo, Pelayo, acorralado en una cuevaque desde tiempo inmemorial es conocida por su capacidad para producir prodigios, ha logrado rechazar y derrotar al ejército sarraceno enviado para acabar con la resistencia de este último reducto y, sobre todo, con el hombre que los dirige.
El caudillo, los cadáveres de camaradas y enemigos aún calientes, ha sido proclamado rey por los mismos que unos meses antes, y siguiendo los ancestrales procedimientos asamblearios de los astures, lo habían elegido como cabeza de la revuelta. Por el momento se ha instalado valle abajo, cerca de Cangas de Onís, en la casa de un amigo y camarada de armas, y desde allí comienza a vivir los primeros momentos de su humilde y precario reinado.
En esa zona de vegas, a un tiro de flecha de la villa, una casa de dos plantas presenta un inusitado movimiento a su alrededor. Se ve por las hechuras que es la vivienda de un potentado de la zona, en la fachada presenta un corredor en la parte central de la planta alta, donde se encuentran las habitaciones, y en la baja, debajo del corredor, un zaguán para abrigarse las personas contiene la puerta principal; su techo es de teja, otro signo de poderío. En esa planta se hayan las zonas comunes, el gran salón con chimenea, la cocina, roperos y almacén. En las casas de menor enjundia la planta baja es la zona de trabajo y de cuadras para el ganado de labor y no cuentan con corredor superior, lashumildes solo cuentan con una planta donde bestias y hombres casi conviven, con techos de brezo y paja de centeno, herencia de los castros celtas; en este caso, casa de potentado, detrás de la vivienda principal, en la quintana, se ven otras edificaciones para el ganado y los siervos.
Delante de la casa, aunque ya está obscureciendo, se observa mucho trajín de hombres armados, en el zaguán un grupo pequeño parece conformar una guardia personal, otros trabajan preparando refugios de circunstancias con ramaje de los castaños de la zona ya que aunque es verano siempre es bueno un reparo para evitar el rocío nocturno. Sus vestidos y armamentos son muy variados pues bien se ve que se han pertrechado con el botín de los derrotados musulmanes. En el interior debe haber alguien importante. Ya dentro, a la izquierda, en una sala interior obscura en la que un fuego ilumina un poco laparte del fondo, se adivina la salida de una chimenea. Las paredes están encaladas para realzar la luz del fuego y de un par de candiles estratégicamente colocados, también para mantener a raya los insectos y parásitos, en ellas también se ven un par de ventanucos en las paredes cerrados con contraventanas de madera. A los lados del fuegose ven dos bancos y más centrados sendas sillas con respaldo sobre los que descansanlos dos hombres. Visten vestidos difíciles de definir, mitad godos, mitad astur-romanos;las dos espadas apoyadas en los bancos y sus cotas de maya junto a ellas nos dan cuentade que se trata de dos guerreros. Beben de dos copas de metal que rellenan de una jarra de cerámica negra que está al lado de uno de ellos. No parece agua, la saborean, debe ser la sidra que desde tiempo inmemorial beben los astures.
Pelayo, el caudillo recién proclamado rey por la victoria ante los musulmanes y Magilo, su compañero astur de los tiempos de la guardia personal de Rodrigo y acompañante fiel en estos últimos tiempos de lucha contra los agarenos, pues ellos son los bebedores junto al llar, están repasando lo sucedido en los últimos tiempos. La casa, en las afuerasde Cangas de Onís, es propiedad de Magilo, de donde es originario y también cabeza deuna de les familias más importantes de esa parte del país.
MAGILO.- ¿Cómo se siente el rey de los astures?
PELAYO.- Bien sabes tú Magilo como me siento. Me siento machacado, sin fuerzas para coger un hacha y ni siquiera para pensar. Me siento como nos sentimos siempre después de una batalla y cuando pasado el momento de la euforia el ardor guerrero da paso al vacío, es decir, me siento como si yo también hubiese muerto con los compañeros sobre el campo y esto no fuese más que un sueño.
M.- Por Belenos, Pelayo, que no hace más que unas horas que te aclamamos rey de los astures. Tienes que estar bien contento. Es el día más importante de tu vida. Un medio godo rey de un nuevo reino y todo por su valer y valor, y porque así lo quisieron sus hermanos astures. Esto es algo muy grande, piensa cómo estaría tu madre; ella, de una de las familias astur-romanas más viejas del país, con sangre cilurniga de Noega y también romana. Ahora vería como su estirpe va dirigir los destinos de los astures. Me parece a mí que es para estar bien contento.
P.- ¿Contento? Hasta ayer yo no era más que vuestro caudillo, es decir, un guerrero capitán de otros guerreros. Uno que solamente tenía que pensar en cómo dar batalla enlas mejores condiciones, aquello para lo que estuve trabajando desde que, siendo joven, me envió mi padre a Toledo para entrar en la guardia de espatarios del rey. Mi destino era hacer carrera, casarme bien y acrecentar el prestigio de mi casa. Mi padre había ganado hacienda casando con mi madre pero perdió prestigio entre los godos casando con una astur, desde que Wamba, hace más de cincuenta años, sometió estos valles, eso siempre estuvo mal visto. Yo tenía que recuperar ese prestigio visigodo, y también mihermana Adosinda que para eso la envió conmigo a Toledo después de comprar la casaintramuros. Con la derrota todos los sueños de mi padre se derrumbaron como el ejército de Rodrigo ante los sarracenos.
M.- Todo eso, Pelayo, son historias pasadas, ahora tienes que pensar en el futuro. !Eresel rey de los astures y nos tienes a todos contigo¡
P.- ¡Calla Magilo! ¡Calla por Dios vivo! Bien sé que puedo contar contigo hasta las últimas consecuencias, de hecho, fue para tu casa para donde vine después de fugarme de Toledo primero y más tarde de Munuza. Bien sabía que en ti tenía un verdadero hermano aunque no lo fuésemos de sangre. Pero sabes tan bien como yo que los godos son levantiscos y mal avenidos, si sólo fuese por los astures estaría bien tranquilo pero aquí también tenemos gente goda que es seguro que van a pensar que, por yo ser mestizo, tienen mejor derecho para encabezar este nuevo reino. Pero lo que más me preocupa es estar a la altura de la responsabilidad, la batalla es un momento, unas horas, unos días, tiene un final y después vuelves a ser un hombre; ser rey significa convertirse en un símbolo; el rey tiene la responsabilidad de ser referente de perfección ya que lo es por la gracia de Dios, no puede permitirse ser hombre, es el pueblo que lo sostiene que se encarna en su persona, y eso, amigo Magilo, es algo para lo que nadie me preparó y que yo tampoco buscaba, una tremenda responsabilidad en cualquier caso que no podré compartir con nadie.
M.- No te tienes que preocupar por los pocos visigodos que hay en estos valles que de ellos ya estaremos los astures con el ojo bien abierto y las orejas despejadas. De la responsabilidad y la carga que representa me temo que dices bien y será una carga solo tuya. Por cierto, ¿Cómo lo vas a nombrar? Porque este reino no se puede llamar Hispania, eso era el reino de los visigodos, tampoco Suevia porque aunque fuimos partedel reino de los Suevos nunca lograron imponer su dominio en los valles y de ello aquí no queda ningún rastro hoy en día. ¿Qué nombre vas a darle al reino?
P.- Eso es lo que menos dolor de cabeza me da. Ya lo nombrasteis vosotros mismos cuando en el “aconceyamientu” de Cangas, que tú preparaste tan bien, me nombrasteis princeps de los astures. Hoy, después de la batalla, me aclamasteis como rey de los astures y el reino solo se puede llamar Reino de los Astures.
M.- Que así sea, pues. ¿Te acuerdas Pelayo de aquella noche después de la batalla en la que perdimos al rey Rodrigo en pelea con los agarenos? También teníamos un fuego,solo un fuego, ni un bocado que llevarse la boca, estábamos en mitad del monte, éramos bien pocos y marchábamos camino de Toledo con el ánimo por los suelos. Los moros nos habían machacado a conciencia y sólo pensábamos en poner distancia con esos diablos. El cuerpo no estaba mejor, golpes y heridas por todas partes, y gracias que aún teníamos vida para pensar en el futuro y contarlo.
P.- Sí que me acuerdo, veníamos de una jornada bien dura, dramática, incluso podríamos decir que apocalíptica. No era solamente la perdida de la batalla, yo me quería morir de la vergüenza y el deshonor en que había caído por no haber sido capaz de proteger la vida de mi rey y había venido todo el camino rumiando y reviviendo los detalles de lo que había ocurrido unas horas antes. Rodrigo, el rey, estaba muy triste y oscuro los últimos días, como si algo presintiese, habían sido meses de mucho desordenen el reino, levantamientos, traiciones por todas partes, un poco como era la tónica general del reino visigótico. El rey ya tenía noticia de que algunos partidarios de Witiza, que seguían sin aceptar la deposición y luego la muerte de éste, habían cruzado al otrolado del mar para pedir ayuda a los mahometanos pero nunca pensó que el asunto fuesea ir tan lejos y que el apoyo mahometano consistiese en un ejército tan eficaz.
M.- Yo tengo que confesarte que cuando marché al llamado con quince hombres de a caballo no pensé ni por un momento que la historia iba a terminar en aquella forma; desde lo de Wamba estábamos obligados a apoyar a nuestro duque con nuestra espada, y esta vez no parecía diferente. Cuando paramos en Toledo el ambiente era festivo y toda la gente estaba convencida que el ejército godo no tendría ningún problema para acabar con los moros y de paso con la rebelión de los secuaces de Witiza. Había muchas ganas de acabar con los tiempos revueltos y empezar a vivir en paz después de todos esos tiempos de alzamientos y algaradas. Para mí fue una gran experiencia, nunca había visto una ciudad tan grande, tenía llegado a León, que es una gran ciudad, y también aAstúrica, pero, al llegar del norte y ver Toledo enmarcado por el gran rio y sus murallas en lo alto del promontorio, confieso que me dejó impresionado. De allí, después de unos días acampados extramuros, salí con los míos y las otras cabalgatas venidas de otras partes del reino para encontrar y sumarse al ejército, y marchaba convencido que volveríamos, sin mucho tardar, victoriosos y con tiempo de disfrutar completamente de la gran ciudad antes de regresar a las Asturias, al menos eso era lo que los emisarios de nuestro duque nos contaron, y nosotros creímos, cuando vinieron apellidando por el solar astur.
P.- Bien recuerdo el día que nos encontramos a las puertas del Real del campamento. Para mi fue una alegría enorme encontrarme con alguien de mi tierra y que, además, formaba parte de mi vida de joven. Al verte volví a aquellos veranos en que venía con mi padre a controlar las tierras y los siervos de la familia en esta parte del país y lo bien que lo teníamos pasado los dos. Seguramente el hecho que mi madre fuese astur hizo que nosotros dos hiciésemos amistad tan fácilmente. Quién nos iba a decir, de jóvenes, que íbamos a cabalgar algún día tan lejos de casa.
M.- Me acuerdo que estabas preocupado aunque bien es verdad que de palabra no me trasladaste esa preocupación pero también es cierto que yo pensé que era algo propio de quién formaba parte de la Guardia del rey, al fin y al cabo yo no era más que un aldeano venido con otros jinetes, más aldeanos aún que él, a cumplir con una obligación impuesta por alguien lejano y en cierto modo ajeno a nosotros mismos.
P.- Era más un sentimiento que algo razonado. Yo solo era uno de los espatarios más jóvenes, no llegaba a hablar con el rey ni con los duques, pero lo veía con el entrecejo fruncido y eso me daba que pensar pues casi siempre lo había visto alegre y animado, incluso antes de los combates que ya habíamos tenido en el norte; y aunque entre nosotros algo hablábamos eso no era más que habladurías cuarteleras.
M.- En el campamento no nos enterábamos de lo que pasaba en el Real pero a mí no me parecía que nuestro duque tuviera las cosas muy claras. Yo esperara hacer ejercicios para meternos en orden a los diferentes escuadrones pero me di cuenta que lo que íbamos a hacer era simplemente galopar contra el enemigo y buscar el choque. Tengo que decir que eso no me preocupaba demasiado pues era lo que pasaba la mayoría de las veces y ésta no tenía por qué ser distinta pero, al mismo tiempo, tenía como un presentimiento de que la jornada que teníamos delante era diferente de otras anteriores. Los agarenos eran algo nuevo, eran una fuerza a la que los visigodos nunca antes habían tenido que enfrentarse y la caída de Ceuta, tan poco clara y que ya se sabía en el campamento, no traía mucha calma. Encontrarte a ti también preocupado te aseguro que sirvió para aumentar mis presentimientos y temores.
P.- El caso es que cuando empezamos a desplegar el ejército estábamos todos bien contentos, tensos y con la boca seca, como siempre antes de un combate, pero contentos, convencidos de la victoria. Enfrente a nosotros, al otro lado del rio, losagarenos también tomaban posiciones, con los traidores de Witiza y sus jinetes pesadosen el centro del despliegue enemigo. Tan cerca que podíamos distinguir los colores del obispo Opas, el muy cabrón.
M.- Por cierto Pelayo, ¿Qué vas a hacer con él?
P.- No te preocupes, salió vivo de Covadonga pero nunca volveremos a sentir hablar delobispo Opas, ni siquiera la Iglesia preguntará por él.
M.- En la batalla yo estaba en el ala de la izquierda, tranquilo porque veíamos los jinetes sarracenos enfrente de nosotros y nos parecía que iban muy ligeros, con corazas pequeñas o sin coraza y sería fácil para nuestro centro, con nuestros grandes caballos y nuestras armas, acabar con ellos.
P.- La realidad es que fueron mucho más listos que nosotros. Cuando avanzamos contra ellos buscamos el centro para acabar rápido y también porque allí estaban los traidores visigodos, pero ya en el rio, que traía poca agua, vimos que nos costaba avanzar connuestros caballos sobre el limo y las piedras del fondo. Después los de Witiza aguantaron bien el choque pues estaban en lo alto y solo tenían que dejarse caer; fue entonces, tras el choque, cuando parte de nuestra ala derecha, a una señal de su duque, volvió grupas y se pasó a los agarenos, y así quedamos fijados todo el centro del ejércitoy lo que quedaba de las alas. La suerte estaba echada y no era para nosotros.
M.- Fue entonces cuando nos dimos cuenta lo rápidos que eran los jinetes moros que de repente nos estaban fijando primero por las alas y después por detrás. Yo empecé a preocuparme y a pensar que las cosas no pintaban bien, también a pensar que mi duque no dejaba de ser un godo y yo, al fin y al cabo, era un astur y donde tenía que estar era en las Primorias, en Asturia.
P.- El rey se dio cuenta que la cosa iba mal y decidió entrar con la guardia desde atrás para sostener el centro de la línea del ejército. Entonces no me di cuenta pero hoy creo que cuando se lanzó al ataque ya sabía que la batalla estaba perdida y buscaba la expiación de su error con la muerte en el combate. Fue cuando yo entré en batalla y cuando, al ver al rey, parecía que aún podíamos ganar por el efecto que tuvo en la gente, pero fue un momento pasajero.
M.- Por mi lado la situación no mejoraba, al contrario, llegaban más jinetes moros que debían estar al resguardo, y me daba cuenta que no sólo las alas, todo el ejército iba a quedar encerrado. Yo vi llegar la derrota antes que vosotros y, como te dije, empecé a preocuparme por mi vida, la del rey y la del propio reino.
P.- Yo tengo que confesarte que no estaba para preocupaciones de ese nivel. El combate era cuerpo a cuerpo, y, mientras peleaba, miraba de reojo para donde estaba el rey con sus caballeros. Cada vez menos, hasta que me di cuenta que ya no lo veía. Fue entonces cuando se inició el griterío del enemigo, ya no quedaban en pie estandartes de losnuestros y ya nuestra gente corría en desbandada. Yo también escapé como pude.
M.- En las alas, cuando cayó el último estandarte, llevábamos ya un tiempo luchando por la vida y no por la victoria. Nos salvó que los moros en cuanto que derribaban un caballero se ponían a discutir por ver quién se quedaba con su caballo y equipo, eso, cuando llegó la hora de salvar la vida nos dio una oportunidad.
P.- Qué cabalgada más triste. El peor momento de mi vida. Todo era un riego de gente tirando hacia el sur, unos a pie, derrengados, otros a caballo. Por el camino se encontraba de todo, cascos, corazas, y hasta las espadas mismas tiradas a un lado del camino. Todo por ir más ligero. Encontrarte en el camino fue un respiro para mí, y ayer me resultó fácil imaginar la huida de los moros que acabábamos de derrotar hacia Gigiaen circunstancias aún peores que las nuestras pues aquí el terreno es más quebrado y en cada revuelta, en cada matorral, en cada bosque, los astures, alertados desde que entró su ejército por los valles, les habrán atacado y diezmado en su huida desesperada. Al menos nosotros sólo teníamos que preocuparnos en ser más rápidos que nuestros vencedores.
M.-No me voy a olvidar en toda mi vida de aquella noche patética delante de la hoguera.
P.- Para mí quedó claro que era el fin de un mundo, por lo menos del mundo tal como lo habíamos conocido. Aquellos diablos agarenos no sólo venían para apoderarse de la Hispania, que con nuestra derrota estaba hecha, venían también a traer otra cultura, otra religión, otra manera de mirar el mundo y de vivirlo. Pero yo aún no sabía si quería formar parte de ese nuevo mundo o como otros camaradas era mejor emigrar para la Galia con los godos.
M.- Pienso que fueron Toledo y tu hermana con las noticias de la desaparición de tus padres los que te ayudaron a tomar la decisión.
P.- Fue así. Tú marchaste enseguida para Asturias pese a que tenías mi casa a tu disposición y después de animarme a que yo también tomará el camino del norte. Yo todavía estuve un tiempo en la duda. Llegaron los traidores de Witiza, por delante de los moros, en calidad de embajadores o mediadores, ofertando arreglos con los nuevos amos, arreglos que aceptaron la mayoría, hasta los obispos, los menos marcharon parala Galia. Yo, cuando llegaron los primeros agarenos me fui con mi hermana para Asturia, para dirigir mi hacienda y mantenerme lejos de ellos. Por el camino pude comprobar que otros se encaminaban a la Galicia, a la Asturia somontana y a Cantabria, mi caso no era especial y en aquel momento no teníamos otra aspiración.
En ese momento entra un guerrero en escena, por su actitud y familiaridad parece uno de los capitanes de Pelayo. Son los inicios de una nueva organización, todavía no hay rangos, excepto el propio Pelayo, hay responsabilidades. Será más tarde cuando, poco a poco, algunos de los antiguos usos de los visigodos irán implantándose paulatinamentey el reino desarrolle una serie de grados y protocolos.
Guerrero.- ¡Pelayo¡ Acaba llegar un jinete desde Gigia, dice que Munuza y sus moros dejaron la ciudad junto con los pocos que llegaron desde aquí corriendo después de la batalla. Salieron camino de Lucones y llevaban unas cuantas mulas bien cargadas.
P.- ¡Perfecto¡ Hicimos bien entonces enviando un escuadrón de jinetes para cortarles el paso. Si van cargados van a tomar el Camín de la Mesa y no la vía de la Carisa, mucho más complicada para ganado con carga. Con la gente que iba más los que recluten por elcamino creo que serán capaces a coparlos antes de que ganen el puerto. ¡Gracias Ástur¡
M.- ¿Sabemos algo de los moros que escaparon hacia los puertos de Oriente, y de nuestras mujeres y niños?
P.- Todavía no. La nube está muy enganchada arriba y después de la carnicería que les hicimos cuando lo que quedaba de la vanguardia escapaba de Covadonga más nosupimos pero ya envié correos para avisar a Gaudosia de cómo fueron las coses de estas partes y también para que estén alertas por lo que les pueda llegar. Es de suponer que los supervivientes busquen salir a las tierras altas hacia el sur pero no conocen los pasos y tampoco es de descartar que pudieran acabar en el valle de la Liébana que corta su camino de sur a norte; en ese caso, de no estar alertas, podrían dar un disgusto a nuestra gente.
M.- Y pensar que al inicio, cuando llegaron a Gigia, todo eran buenas palabras ypromesas de respeto a la religión, a la gente, a la propiedad y a las costumbres. Los impuestos que imponían no eran más que con los visigodos y en estas tierras del oriente, más lejanas y quebradas, los recaudadores, al principio, casi no aparecían. Ni siquiera la familia del duque tuvo problemas para cederle a Munuza su casona de Gigia, y bien contento que parecía este en la villa.
P.- ¡Es verdad¡ Yo mismo pensaba que podíamos convivir con ellos. Si el cabrón de Munuza no se llega a encaprichar de mi hermana puede que las cosas hubiesen sido de otra manera y nunca hubiésemos acabado en sangre.
M.- Está claro que Munuza te envió a Toledo para tener las manos libres en el asunto detu hermana. Lo que pasó después no se a quien echarle la culpa, si a Adosinda o aMunuza, pero sí que tengo claro que me alegro de lo que pasó viendo hoy como fueron las cosas, y en Gigia pasarán los siglos y aún se acordarán de ambos dos. Te prefiero rey de los astures que no cuñado del moro.
P.- ¡Jajajaja¡ Pues así fueron y son las cosas. Piensas que eres tú quien manda en tu vida pero es siempre el destino el que manda. Munuza mataba dos pájaros con una flecha,me separaba de Asturia, y eso que yo de aquella no tenía intención de alzarme, me separaba de mi casa que ya entonces era también la de Gaudosia, y al paso le quedaba libre el paso hacia Adosinda. Y eso que, antes de irme para Toledo, me juró por las barbas de su profeta que no tenía ninguna intención en torno a mi hermana, que era por mi posición, como también era el caso con los hijos del duque, que también conmigo vinieron para Toledo. Promesas de agareno.
M.- La verdad es que cuando me enteré pensé que nunca volverías para acá, que unavez en Toledo, como tantos otros godos, entrarías en los arreglos que estos moros sabenhacer tan bien con todo el mundo. Mi esperanza era que pudiese más Dios y la fe de los cristianos que todas las ofertas que te hiciesen.
P.- Fue así, desde que llegué a la ciudad todo eran lisonjas para que me acomodase con ellos. Nunyebonu, mi camarada de los espatarios que conociste aquella noche triste después del Guadalete, era el que más porfiaba. Se había convertido al Islam y ahora es uno de ellos, y de los que peor trata a los cristianos, es así como cree que afianza su posición en el nuevo régimen musulmán, siendo más radical que los propios moros.
M.- No me extraña. Dicen que no hay peor agareno que el cristiano renegado.
P.- Cuando me di cuenta de lo que era el mundo del Islam decidí hacer como que lo pensaba y preparar mi fuga para acá, para las montañas. Sabía que Gigia no servía como refugio final y que tendría que venir para estas partes, donde aún tenía las tierras del mi padre y también las de Gaudosia. En este terreno, donde después de dos siglos los suevos no lograron entrar y los visigodos apenas sí han impuesto sus duques, y tu familia es una buena muestra, si conseguía llegar, podría aguantar con mi familia, mis siervos y familiares las embestidas de Munuza y los suyos.
M.- Fue también una suerte que cuando llegaste a Gigia estuviese yo allí pagándole a Munuza los impuestos de mis poderes y pudiésemos hablar en profundidad. Esos meses de invierno, con los pasos de la cordillera cerrados, dieron tiempo a que tú preparases todo allí, con Munuza sin noticias de Toledo, y yo también pude preparar la gente deesta parte. Cuando vinieron a buscarte ya pudiste correr hacia el valle del rio Piloñasabiendo a dónde ibas y con qué propósito.
P.- Sin duda que te tengo que dar otra vez las gracias por el trabajo hecho en aquellos tiempos. Sé bien como es la gente de Asturia, y más los de la montaña, y sin lascorrerías que hiciste para hablar y convencer a unos y a otros, con tu acompañamientopara presentarme a los que no me conocían, y sin tu convocatoria para el“aconceyamientu” final nada de esto hubiese sucedido.
M.- Es verdad que yo trabajé pero está también muy claro que por mucho que yo hiciese si detrás no hubiese un hombre entero la gente, en esa asamblea, no te hubiese elegido princeps. Supiste tocarles donde son más sensibles, en el sentido de la libertad. Ese es el punto donde los astures son más diferentes de otros pueblos. Llevan de buen grado el yugo si se lo pones por las buenas pero no aceptan que nadie, venga de donde venga, selo imponga por la fuerza. Ahí se revuelven.
P.-Así es. Y además comprendieron pronto que lo primero de todo era rechazar los impuestos de Munuza y a continuación bajar por el Sella y seguir por el Piloñaasaltando y eliminando a todos los moros que por allí asomasen. Para mí esos fueron los tiempos más importantes. Cambiar pastores en guerreros no es fácil, aunque sean pastores astures, pero más difícil es todavía convencerlos que hay que luchar hasta el final si se quiere alcanzar la libertad. Ese fue nuestro trabajo Magilo, ahí, otra vez fue fundamental que un astur al cien por cien empujase a mi lado.
M.- Para mi estaba todo suficientemente claro. No había marcha atrás. No había duda que tarde o temprano iba a venir una expedición de castigo contra nosotros, si no, era cuestión de tiempo que nosotros marchásemos contra Munuza en Gigia. Tenían que castigarnos y reducirnos de nuevo a servidumbre antes de que eso ocurriese.
P.- Cuanta razón tienes. También lo pensaba yo pero voy a confesarte que no esperaba que nos mandasen un ejército tan grande. Cuando empezaron a llegar las noticias pensé que estábamos perdidos. Fue sólo un instante y enseguida me recuperé y me puse a pensar cómo derrotarlos, asunto este que desde el principio, muchos antes de la llegadade este ejército, había estado dando vueltas en mi cabeza y para el que, el terreno, se proponía como clave principal. Hacerles frente en campo abierto hubiese sido una locura, nuestra fortaleza ha sido siempre el terreno de Asturia, así se resistió a las legiones romanas, después a los ejércitos godos y ahora tenía que ayudarnos a combatir a los ismaelitas.
M.- La verdad es que tuvimos suerte que el jefe de ellos fuese ese idiota engreído de Ambasa. Lo hizo todo mal y nos dio tiempo para prepararnos para todas las contingencias, para derrotarlo y para escapar si no iban bien las cosas.
P.- Conociendo el terreno solamente cabía una solución para enfrentar a los moros, esperarlos en la Cova dominica, en Covadonga. Un ejército como ese no tiene sitio, el valle le obliga a subir en columna sin poder desplegar en ninguna parte y para cuando llega a la cueva sólo puede usar la vanguardia, no hay alas ni grueso que valgan, es el terreno el que manda ahí. Un general con oficio hubiese enviado exploradores pero este Ambasa era un estúpido, confiaba en que su enorme ejército bastaría para impresionar a los “asnos salvajes” de las montañas y la intermediación del obispo Opas nos llevaría a la rendición.
M.- Con todo, y suponiendo que entrasen en la trampa, la maniobra era difícil de coordinar, a no ser que la Virgen diese una mano.
P.- Solamente teníamos una oportunidad Magilo, y dices bien, toda ella dependía de la coordinación y de la sangre fría de Ástur, que era el que tenía que decidir, una vez hecha la señal desde la cueva, el momento justo para lanzarse sobre el centro de la columna. No eran muchos pero tenían que hacer gran alboroto para que los que iban detrás pensasen que era un enorme ejército. Nosotros en cuanto que la vanguardia se diese cuenta que algo estaba pasando detrás de ellos teníamos que saltarles encima sin dales tiempo a que se percatasen de que no éramos tantos, acertar con ese momento era la clave de la batalla.
M.- El caso es que, con la ayuda de la Virgen o porque la mayoría de estos sarracenos nunca antes hubiesen entrado en combate, las cosas se pusieron bien de nuestro lado. En el centro de la columna, en la que no se veía a más de cien varas de distancia del punto en donde se encontraba cada uno, pensaron, con la barahúnda que se sentía bajar de la ladera de la montaña, que tenían un gran ejército sobre ellos, o quizás un ejército de diablos. A los de atrás les entró el pánico y volvieron las grupas de los caballos. Los soldados bisoños suelen ser puestos en segunda línea por los buenos generales para evitar sorpresas de este tipo, aquí, el terreno, los dejaba a cada uno de ellos solo ante lo que imaginaba que saldría del bosque. En nada estaban todos corriendo rio Sella abajo sin mirar para atrás.
P.- Debajo de la Cueva solo me hizo falta cinco minutos para rechazar sus propuestas y decirle cuatro cosas al cabrón de Opas. Cuando sentimos el ruido de la gente de Ástur, y vi que Ambasa titubeaba, nos faltó tiempo para lanzarnos sobre los agarenos de la vanguardia que era lo último que se podían imaginar y entre eso y la algarabía valle abajo quedaron como paralizados. Cuando los atacamos estaban petrificados, Ambasaincapaz de dar órdenes fue de los primeros en caer, para mí fue el combate más sencillo de todos los que había participado en mi vida. No eran los mismos agarenos del Guadalete, si lo fuesen, tan pocos como éramos y aún somos, no creo que hubiésemos sido capaces de sostener siquiera la posición de la cueva y hubiésemos acabado huyendo hacia Valdeón. La Señora debió darnos una mano.
M.- ¿Y ahora qué? ¿Cuál es nuestro futuro, Pelayo?
P.- Ya lo quisiera saber yo. Por lo pronto lo que me preocupa es el futuro cercano. Espero que nuestra columna sea capaz de caer sobre Munuza y que ningún moro salga vivo de Asturia. Es importantísimo que no tengan noticias de lo que aquí pasó, que tengan dudas, que piensen que somos muchos, que tarden en volver y por ello que tengamos tiempo para aumentar nuestras fuerzas, en cantidad y calidad, y a organizarnos como entidad política, como reino. Si no nos organizamos estamos perdidos.
M.- ¿Le ves futuro a este reino que acaba de nacer? Todos confían en ti, antes como jefe militar pero ahora como mucho más que eso, como rey, casi como un rey capaz de hacer milagros.
P.- Magilo, me conoces bien, sabes que soy un hombre normal. El futuro es cosa de todos, estamos en las manos de Dios. Necesitamos que los agarenos nos den unos años, que se olviden de nosotros, que tengamos tiempo para construir unas estructurasduraderas. Si Dios está con nosotros puedo imaginar un reino de Asturia duradero en el tiempo, para más de mil años quisiera pensar, esto es solo el inicio y nuestra bandera tiene que ser la de echar fuera de Hispania a los moros, que vuelvan para su tierra. Solo con esto ya tenemos motivo para mantener la gente en pie de guerra por muchas generaciones. Con la ayuda de Dios vamos mantener el reino de Asturia por muchos años y yo creo que ayer o ÉL o la Virgen ya nos dieron la primera mano para que esto sea así.
M.- Dices bien, todo está en las manos de Dios y has hecho muy bien convocando al obispo para esa Misa de Acción de gracias, es bueno que la iglesia se sume a la construcción de este nuevo reino, bueno será también que de nuevo seas ungido rey y así la iglesia te confirme como el brazo de Dios en la Tierra, eso facilitará las cosas;además, después de eso, la labor de los sacerdotes será fundamental para que las nuevas lleguen a todos los rincones y con ellas la construcción de la idea y la necesidad del nuevo reino, tienes que apoyarte en la Iglesia para consolidar el reino.
En los últimos momentos de la conversación unos siervos han aparejado la mesa que se encontraba detrás de los dos hombres y la han servido con diversas viandas. Pelayo y Magilo se levantan y se sientan para cenar. Afuera ya es de noche, los guardias siguen atentos en la puerta y en el entorno diversas fogatas y murmullos dan cuenta de quetambién para el resto de guerreros es tiempo de reponer fuerzas y así comenzar la senda de un pequeño reino que acabará por construir una gran nación, una nación universal.
Raúl Suevos
A 9 de noviembre de 2018
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