El honor del segurata

 La Legislatura acaba de comenzar y las distintas facciones que se arrellanan en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo necesitan posicionarse, sobre todo las de la oposición, para mantener el ánimo de sus votantes y, de ser posible, empezar a captar nuevos compradores de promesas. Esto siempre ha sido así pero, en esta ocasión, con un gobierno de coalición sinónimo de pocos votos para el partido mayoritario, las pulsiones internas se dejan sentir más que nunca, y las de la oposición, expectantes ante un legislatura tensa y corta, aún más; por otra parte todo ello se combina con unos partidos nacionalistas/independentistas que huelen la sangre y cual vampiros se aprestan a chuparla antes de que el gobierno quede exangüe.
Fruto de esta tensión es el largo recorrido que aún tiene la metedura de pata, calificativo benévolo, en relación con la escala de la non grata ministra bolivariana de Maduro en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid. Al ministro Ábalos se le está poniendo cara de Morán en los memes que comienzan a ser legión, y eso que en los tiempos  del pobre ministro felipista no existían aún, si bien llegó a superar a Lepe como fondo de chistes cortos. Ahí se las tiene el ministro de transporte y veremos cómo acaba la cosa.
A mí me ha llamado la atención que de todo el asunto sea un humilde vigilante de seguridad quien nos traiga, hasta ahora, la visión más nítida de lo que allí sucedió. Siempre son los más humildes los que parecen tener más claro que nadie el concepto del bien y del mal, el sentido de lo que es debido. ¿Quizás sea así porque solo tiene un empleo mal pagado para perder? O no.
Y es que a medida que vas creciendo te vas comprometiendo. Te casas y pierdes un poco de libertad; ya no digamos si además te hipotecas, entonces ya estás encadenado para siempre, el colmo si te compras un casoplón en una buena zona de tu ciudad, a partir de ahí hay que asegurar, a toda costa, la posición laboral, o política; nada puede ponerla en peligro y si hace falta se mira para otro lado, o se sufre ceguera temporal. Es lo que hay pero, en este asunto, es posible que la denostada judialización de la política sea la que devuelva la vista a los ciegos.
Que la sociedad evoluciona, aunque no se sabe muy bien hacia donde, también nos lo demuestra la política de nombramientos en el antes serio Ministerio de defensa. Hace menos de lo que dura un bulo la señora ministra promovía a la cúspide de la carrera militar a su jefe de gabinete, decisión legal pero escasamente estética. Hoy nos enteramos que, llegada la promoción a División de dos generales togados, los elegidos han sido el cuarto y quinto, por delante de los tres mejor calificados ¿Su gracia? Trabajar en la cercanía de la señora Robles. De nuevo parece venir a cuento aquello que el reformador Cassola escribía en los antecedentes de la Ley de Reforma militar de 1887, “para que nadie tenga que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad”. Tenemos el Ejército mejor preparado de los últimos dos siglos pero las formas parece haberse quedado encharcadas en la escualidez moral de tiempos pasados. ¿Será que esto es la modernidad? Quiero creer que seguirá habiendo algún segurata que nos recuerda cómo deben ser las cosas.
Raúl Suevos
A 21 de febrero de 2020
Versión en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com

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